Índice
1.Bádminton
– Extras de Crepúsculo (Capítulo 11)
2.Emmett y el Oso
–Extras de Crepúsculo (Capítulo 14)
3.De compras con Alice
–Extras de Crepúsculo (Capítulo 20)
4.Baile de Graduación
–Extras de Crepúsculo (Epílogo)
5.Narcóticos
–Extras de Luna Nueva (Capítulo 2)
6.La Beca
–Extras de Luna Nueva (Varios capítulos)
7.La Llamada
–Extras de Luna Nueva (Capítulo 18) / Según Edward
8.Error de cálculo
–Extras de Luna Nueva (Capítulo 19) / Según Rosalie
9.Resumen de Jacob
–Extras de la Saga/Narrado por Jacob
Bádminton
- Extras de Crepúsculo -
Esta escena fue cortada del Capítulo 11: “Complicaciones”. Me molestó sacarla pero no sabía por qué, así que lo dejé pasar. Era muy tarde cuando me di cuenta qué era lo que me molestaba. Pese a que me he referido varias veces a la poca destreza de Bella en gimnasia, nunca pude mostrarla en acción. Esta fue la vez que Edward estaba “mirando” y era el lugar natural para mostrar su torpeza. Ja, ja, ja. ¡Ahora la explicación es más larga que la pieza editada!
Stephenie Meyer
Caminé hacia el gimnasio, con la cabeza en otra parte, atontada. Llegué al vestuario, cambiándome de ropa como en trance, vagamente atenta de que había más gente a mi alrededor. Realmente, no me di cuenta de la realidad hasta que cogí una raqueta. No era muy pesada, aunque la sentía demasiado insegura en mi mano. Pude ver a otros chicos de mi clase mirándome furtivamente. El entrenador Clapp, nos ordenó formar equipos por parejas. Por suerte, algunos vestigios de la caballerosidad de Mike todavía sobrevivían; se acercó hasta ponerse a mi lado. — ¿Quieres ser mi pareja? —me preguntó alegremente. — Gracias Mike. No tienes por qué hacer esto, lo sabes —le dije — No te preocupes. Me mantendré fuera de tu camino —me dijo haciéndome una mueca. Algunas veces, era tan fácil tenerle cariño a Mike.
No resultó tan sencillo. Intenté alejarme un poco de Mike para que pudiese seguir el juego él solo, pero el entrenador Clapp, vino y le ordenó que se quedase a un lado de la cancha para que yo pudiese participar. Se quedó mirándonos enfatizando así sus palabras. Con un suspiro, me puse en el lugar más centrado de la pista, sosteniendo correctamente en alto mi raqueta. La chica del otro equipo, se rió maliciosamente mientras sacaba la pluma –la había herido en una clase de baloncesto- dándole efecto para que descendiera directamente hacia mí por encima de la red. Me arrojé sin gracia hacia delante, impulsando mi movimiento de la raqueta en dirección a la pluma, pero olvidé tener en cuenta la red. Mi raqueta rebotó en la red con tanta fuerza, que se soltó de mi mano, inclinándose hacia mi cabeza, y dando en el hombro de Mike que había corrido hasta mí para dar a la pluma que yo había perdido. El entrenador Clapp tosió o disimuló una risita. — Lo siento, Newton —murmuró mientras se alejaba para que pudiésemos volver a nuestra antigua formación, menos peligrosa. — ¿Estás bien? —me preguntó Mike, masajeándose el hombro, igual que yo me tocaba la frente. — Sí, ¿y tú? —pregunté a media voz, retirando mi arma. — Creó que sobreviviré —Mike movió su brazo en círculo, comprobando que tenía total libertad de movimiento. — Me quedaré allá atrás, otra vez —Me situé en la esquina del fondo de la pista, sujetando mi raqueta cuidadosamente detrás de mi espalda.
Emmett y el Oso
- Extras de Crepúsculo -
Esta parte fue editada del Epílogo Original. Aunque la historia de la conversión de Emmett está brevemente explicada en el Capítulo 14: “Mente Versus Cuerpo”, realmente eché de menos no tenerlo detallado con sus propias palabras.
Stephenie Meyer
Estaba sorprendida de encontrar un extraño vínculo creciendo entre Emmett y yo, especialmente teniendo en cuenta que él había sido el que más miedo me daba de todos ellos. Tenía que ver con el modo en que ambos habíamos sido elegidos para entrar en la familia; los dos habíamos sido amados –y sido correspondidos– mientras éramos humanos, aunque por poco tiempo en el caso de él. Solo Emmett recordaba –y solo él comprendía el milagro que Edward significaba para mí. Hablamos de ello, por primera vez, una tarde mientras los tres estábamos sentados en los claros sofás del salón principal, Emmett entreteniéndome tranquilamente con recuerdos, más parecidos a los cuentos de hadas, mientras Edward se concentraba en el canal de cocina –había decidido que quería aprender a cocinar, ante mi incredulidad, e iba a ser sumamente difícil sin el apropiado sentido del gusto o del olfato. Después de todo, había algo que no sabía hacer de forma natural. Su perfecto entrecejo se frunció mientras el famoso chef sazonaba otro plato de acuerdo a su gusto. Reprimí una sonrisa.
- Para ese entonces él ya había terminado de jugar conmigo, y supe que estaba a punto de morir. - Recordó Emmett suavemente, dando un giro al relato de sus años humanos con la historia del oso. Edward no nos prestaba ninguna atención; ya la había oído antes. - No podía moverme, y mi conciencia se estaba disipando, cuando escuché lo que pensé que sería otro oso, y una lucha por ver quien se quedaba con mi cadáver, supuse. De repente sentí que estaba volando. Me imaginé que había muerto, pero intenté abrir los ojos de todos modos. Y entonces la vi. - Su rostro parecía incrédulo ante el recuerdo, le comprendía completamente - Y supe que estaba muerto. Ni siquiera me importaba el dolor. Luché por mantener mis párpados abiertos, no quería perderme ni un segundo el rostro del ángel. Estaba delirando, por supuesto, preguntándome por qué no habíamos llegado al cielo aún, pensando que debía de estar más lejos de lo que yo había creído. Me quedé esperando que ella levantara el vuelo. Y entonces, me llevó ante Dios. - Él rió con su risa profunda y atronadora. Yo entendía perfectamente qué alguien hubiese pensado aquello.
- Pensé que lo que ocurrió a continuación era mi Juicio Final. Había tenido demasiada diversión durante mis veinte años humanos, así que no me sorprendieron las llamas del infierno. - Rió de nuevo, aunque yo me estremecí. El brazo de Edward me rodeó con más fuerza de forma inconsciente. -Lo que me sorprendió fue que el ángel no se marchó. No podía entender como algo tan hermoso podía estar en el infierno junto a mí, pero estaba agradecido. Cada vez que Dios venía a echarme una ojeada, yo temía que se la llevase de mi lado, pero nunca lo hizo. Comencé a pensar que quizás esos predicadores que hablaban de un Dios piadoso tenían razón después de todo. Y entonces el dolor desapareció… y ellos me lo explicaron todo.
- Les sorprendió lo poco que me afectó todo ese asunto de los vampiros. Pero si Carlisle y Rosalie, mi ángel, eran vampiros ¿Cómo podía ser tan malo ser aquello? - Yo asentí, completamente de acuerdo, mientras él continuaba.- Tuve unos cuantos problemas con las reglas… - rió entre dientes. - Tuviste las manos bastante ocupadas conmigo al principio, ¿no? - el empujón juguetón de Emmett al hombro de Edward nos balanceó a los dos. Edward dejó escapar un leve gruñido sin apartar la vista de la televisión.
- Así que ya ves, el infierno no es tan malo si consigues quedarte con tu ángel - me aseguró maliciosamente. - Cuando él consiga aceptar lo inevitable, estarás bien.
El puño de Edward se movió tan rápidamente que no pude ver cuando golpeó a Emmett, lanzándole sobre el respaldo del sofá. Los ojos de Edward no se apartaron de la pantalla.
- ¡Edward! - le regañé, horrorizada.
- No te preocupes, Bella - Emmett estaba sereno, de nuevo en su asiento.- Sé dónde encontrarlo.-Miró por encima mío hacia el perfil de Edward.- Tendrás que hacerlo alguna vez - le amenazó. Edward simplemente gruñó en respuesta, sin siquiera alzar la vista.
- ¡Chicos! - La voz de Esme, en reprimenda, se escuchó claramente desde las escaleras.
De compras con Alice
- Extras de Crepúsculo -
Reconoceréis partes de este capítulo –pequeños pedazos sobrevivieron y fueron combinados en los que al final fue el Capítulo 20 - “Impaciencia”. Este capítulo le reduce las revoluciones a la parte de la cacería de la historia, pero sentí que al editarla, sacrifiqué muchísimo de la personalidad de Alice.
Stephenie Meyer
El coche era liso, blanco y potente; sus ventanas estaban tintadas de negro. El motor rugía como un gran coche a medida que aceleraba a través de la oscura noche. Jasper conducía con una sola mano, parecía despreocupado, pero el poderoso coche volaba hacia delante con perfecta precisión. Alice se sentó conmigo en el asiento trasero de cuero negro. De alguna manera, durante la larga noche, mi cabeza había acabado recostada contra su cuello de granito, sus fríos brazos envolviéndome, su mejilla apoyada en lo alto de mi cabeza. El frente de su fina camisa de algodón estaba fría, húmeda por mis lágrimas. Antes y ahora, si mi respiración se volvía inestable, ella murmuraba de forma calmante; en su veloz y aguda voz, su consuelo sonaba como si estuviera cantando. Para mantenerme en calma, me centré en el contacto con su fría piel; era como una conexión física con Edward. Ambos me habían asegurado -cuando me percaté, inmovilizada por el pánico, de que todas mis cosas seguían en la furgoneta- que dejarlo atrás era necesario, algo que tenía que ver con su esencia. Me dijeron que no me preocupara ni por la ropa ni por el dinero. Intenté confiar en ellos, haciendo un esfuerzo para ignorar lo incómoda que me sentía enfundada en las ropas de Rosalie. Era una cosa trivial de la que preocuparse. En las llanas carreteras, Jasper nunca condujo el robusto coche a menos de 120 kilómetros por hora. Parecía completamente inconsciente de los límites de velocidad, pero nunca vimos un coche patrulla. Los únicos cortes en la monotonía del camino fueron las dos paradas que hicimos para cargar gasolina. Me di cuenta vagamente que Jasper fue dentro para pagar las dos veces en efectivo. Comenzó a amanecer cuando estábamos en alguna parte del norte de California. Miré con los ojos secos, semicerrados, como la luz gris se irradiaba a través del cielo despejado. Estaba exhausta, pero el sueño había desaparecido, mi mente estaba demasiado llena de imágenes perturbadoras como para dejarme llevar por la inconsciencia. La destrozada expresión de Charlie -el brutal gruñido de Edward enseñando los dientes- la penetrante mirada del rastreador -la expresión triste de Laurent- la oscura mirada en los ojos de Edward después de que él me besara la última vez; como instantáneas que se iluminaban ante mis ojos, mis sentimientos se alternaban entre el terror y la desesperación. En Sacramento, Alice pidió a Jasper que parara, para conseguirme comida. Pero sacudí mi cabeza cansadamente, y le dije que siguiese conduciendo con voz apagada. Unas pocas horas después, en un suburbio a las afueras de Los Ángeles, Alice le volvió a hablar suavemente, y él salió de la autopista pese al sonido de mis débiles protestas. Un gran centro comercial era visible desde la autopista, y se dirigió hacia allí, entrando en el aparcamiento hasta la planta subterránea para aparcar. — Quédate en el coche —le ordenó Alice a Jasper. — ¿Estás segura? —él sonaba receloso. — No veo a nadie más por aquí —dijo ella. Él asintió, accediendo. Alice me cogió de la mano y me sacó del coche. Se aferró a mi mano, manteniéndome cerca de ella mientras caminábamos por el oscuro garaje. Ella rodeó el borde del garaje, manteniéndose en las sombras. Aprecié cómo su piel parecía brillar a la luz del sol que se reflejaba de la acera. El centro comercial estaba abarrotado, varios grupos de compradores pasaban, algunos girando la cabeza para vernos pasar cerca. Caminamos bajo un puente que cruzaba desde el nivel superior del aparcamiento al segundo local de un gran almacén, siempre manteniéndonos fuera de la luz solar directa. Una vez dentro, bajo las luces fluorescentes del almacén, Alice parecía menos llamativa -simplemente una muchacha pálida como la tiza, ojerosa, con oscuros ojos y pelo negro puntiagudo. Estaba segura de que las ojeras bajo mis propios ojos eran más evidentes que las suyas. Todavía llamábamos la atención de algunos que nos miraban de reojo. Me preguntaba lo que pensaban cuando nos veían. La delicada y danzarina Alice, con su llamativo rostro de ángel, vestida con pálidas prendas que no disimulaban lo suficiente su palidez, llevándome de la mano, obviamente guiándome, mientras yo me arrastraba lentamente, enfundada en un vestuario caro que no me pertenecía y con mi pelo enredado en la parte de atrás. Alice me llevó a una atestada zona de restaurantes.
- ¿Qué quieres comer?
El olor de las comidas rápidas grasientas retorció mi estómago. Pero la mirada de Alice no dejaba lugar a la persuasión. Pedí sin entusiasmo un sándwich de pavo.
- ¿Puedo ir al baño? - pregunté en cuanto nos dirigimos a la cola.
- Vale - y cambió de dirección, sin soltar mi mano.
- Puedo ir sola. - La atmósfera banal del centro comercial me hizo sentir más normal de lo que había estado desde nuestro desastroso juego de anoche.
- Lo siento, Bella, pero Edward va a leer mi mente en cuando esté aquí, y si ve que te he dejado fuera de mi vista durante un minuto… - no terminó la frase, tratando de ignorar las horribles consecuencias.
Al menos esperó fuera del abarrotado cuarto de baño. Me lavé la cara, así como las manos, ignorando las asustadas miradas de las mujeres de mí alrededor. Traté de peinarme el pelo con los dedos, pero me rendí rápidamente. Alice cogió mi mano de nuevo en la puerta, y volvimos lentamente a la fila de la comida. Yo me arrastraba, pero ella no se mostraba impaciente conmigo. Me miraba comer, primero despacio y luego más deprisa a medida que volvía mi apetito. Bebí la soda que ella me compró tan rápido que me dejó por un momento -sin quitarme la vista de encima, claro- para conseguirme otra.
- La comida que comes es definitivamente más conveniente —comentó cuando acabé— pero no parece más divertida.
- Me imagino que cazar es más excitante.
- No te haces una idea. —Centelleó con una amplia sonrisa de brillantes dientes, y varias personas giraron la cabeza en nuestra dirección.
Tras tirar nuestra basura, me condujo por lo anchos pasillos del centro comercial, sus ojos mirando aquí y allá buscando algo que ella quería, arrastrándome junto a ella en cada parada. Se detuvo por un momento ante una cara boutique para comprar tres pares de gafas de sol, dos de mujer y unas de hombre. Noté la mirada del vendedor con una nueva expresión cuando ella le entregó una inusual y pulcra tarjeta de crédito con líneas doradas cruzándola. Después encontró una tienda de accesorios donde eligió un cepillo y unas gomas de pelo.
Pero en realidad no terminó hasta que me introdujo en el tipo de tiendas que yo nunca frecuentaba, porque el precio de un par de medias estaba fuera de mi presupuesto. — Debes de ser aproximadamente una talla dos. —Era una declaración, no una pregunta. Me utilizó como mula de carga, cargándome con una asombrosa cantidad de ropa. De vez en cuando podía verla alcanzando una talla extra-pequeña cuando escogía algo para ella misma. Las prendas que seleccionaba para sí misma eran todas de materiales ligeros, pero de mangas largas o largas hasta el suelo, diseñadas para cubrir el máximo posible de su piel. Un sombrero negro de paja de ala ancha coronó la montaña de ropas. La dependienta tuvo una reacción similar al anterior ante la inusual tarjeta de crédito, volviéndose más servicial, y llamando a Alice «señorita». El nombre que dijo también era desconocido, me pareció. Una vez estuvimos fuera del centro comercial, con los brazos cargados de bolsas, cuya mayor parte llevaba ella, le pregunté.
- ¿Cómo te llamó la dependienta?
- La tarjeta de crédito dice Rachel Lee. Vamos a ser muy cuidadosos para no dejar ningún tipo de pista para el rastreador. Vamos a que te cambies.
Pensé sobre ello cuando ella me llevó de vuelta a los aseos, poniéndome en el recinto para minusválidos de modo que tuviera sitio para moverme. La escuché rebuscando en las bolsas, para finalmente pasarme un ligero vestido azul de algodón por encima de la puerta. Estaba agradecida de quitarme los vaqueros demasiado largos y ajustados de Rosalie, di un tirón a la blusa que me envolvía en todos los lugares erróneos, y se los arrojé por encima de la puerta. Me sorprendió pasándome un par de suaves sandalias de piel por debajo de la puerta -¿cuándo las había comprado? El vestido me sentaba asombrosamente bien, el costoso corte parecía flotar a mi alrededor. En cuanto dejé el recinto noté que estaba tirando las ropas de Rosalie a la papelera.
- Guarda tus zapatillas de deporte —dijo. Las puse encima de una de las bolsas.
Volvimos al garaje. Alice logró menos miradas esta vez; estaba tan cubierta por bolsas que su piel era apenas visible. Volvimos al garaje. Alice alertó pocas miradas esta vez, estaba tan cubierta de bolsas que su piel difícilmente se podía ver. Jasper estaba esperando. Salió del coche a nuestro encuentro -el maletero estaba abierto. Mientras alcanzaba primero mis bolsas, echó a Alice una mirada sarcástica.
- Sabía que debía haber ido—murmuró.
- Sí —reconoció ella— a ellas les hubiera encantado tenerte en el baño de mujeres. Jasper no respondió.
Alice removió rápidamente entre sus bolsas antes de ponerlas en el maletero. Le pasó a Jasper un par de gafas de sol, poniéndose ella otro par. Me pasó el tercer par, y el cepillo del pelo. Y sacó una camisa larga, fina, negra transparente, poniéndosela encima de su camiseta, dejándola abierta. Por último, se puso el sombrero de paja. En ella, el improvisado disfraz parecía corresponder al de un escape. Agarró un puñado más de ropas y, envolviéndolas en una bola, abrió la puerta trasera e hizo una almohada sobre el asiento.
- Necesitas dormir —ordenó firmemente. Avancé despacio y obedientemente en el asiento, apoyando mi cabeza al instante y acurrucándome de lado. Estaba medio dormida cuando el coche arrancó.
- No deberías haberme comprado todas estas cosas —mascullé.
- No te preocupes por eso, Bella. Duerme. —Su voz era relajada.
- Gracias —suspiré, y caí en un sueño inquieto.
Fue el dolor de dormir en una posición apretada lo que me despertó. Estaba todavía exhausta, pero de repente estaba nerviosa en cuanto recordé dónde estaba. Me senté para ver el Valle del Sol fuera, delante de mí; la extensión amplia, llana, de tejados, palmeras, autopistas, niebla tóxica y piscinas, abrazada por los peñascos pequeños y rocosos que llamamos montañas. Estuve sorprendida de no sentir ninguna sensación de alivio, sólo una añoranza fastidiosa de los cielos lluviosos y los espacios verdes del lugar al que Edward dio un nuevo significado. Sacudí mi cabeza, intentando hacer retroceder el inicio de desesperación que amenazaba con abrumarme. Jasper y Alice estaban hablando; conocedores, estoy segura, de que estaba consciente de nuevo, pero no dieron ninguna señal de ello. Sus veloces y suaves voces, una grave, otra aguda, me rodeaban como si fueran música. Deduje que estaban discutiendo dónde quedarnos.
- Bella —Alice se dirigió a mí casualmente, como si ya fuera parte de la conversación— ¿Cuál es el camino al aeropuerto?
- Sigue por la I-10 —dije automáticamente— Pasaremos justo por al lado.Pensé por un momento, mi cerebro todavía confuso por el sueño.
- ¿Vamos a volar a algún sitio? —pregunté.
- No, pero es mejor estar cerca, por si acaso. —Sacó su teléfono móvil, y por lo visto llamó a información. Hablaba más despacio de lo habitual, preguntando por hoteles cerca del aeropuerto, aceptando una sugerencia, luego esperando mientras era puesta en contacto. Hizo reservas para una semana bajo el nombre de Christian Bower, recitando a toda prisa un número de tarjeta de crédito sin siquiera mirarlo. La escuché repitiendo direcciones por el bien del operador; estoy segura de que ella no necesitaba ayuda con su memoria.
La vista del teléfono me había recordado mis responsabilidades.
- Alice —dije cuando ella acabó.— Necesito llamar a mi padre. —Mi voz era seria.Ella me pasó el teléfono.
Era a última hora de la tarde; estaba deseando que él estuviera en el trabajo. Pero respondió al primer tono. Me abatí, imaginando su ansiosa cara por el teléfono.
- ¿Papá? —dije vacilante.
- ¡Bella! ¿Dónde estás, cariño? —una sensación de alivio llenó su voz.
- Estoy en la carretera. —No era necesario hacerle saber que yo había hecho un recorrido de tres días en una noche.
- Bella, tienes que volver.
- Necesito volver a casa.
- Cariño, hablemos de esto. No necesitas irte sólo por un chico. —Podría decir que él estaba siendo muy cuidadoso.
- Papá, dame una semana. Necesito pensar las cosas, y luego decidiré si vuelvo. No tiene nada que ver contigo, ¿de acuerdo? —Mi voz tembló levemente.— Te quiero, papá. Sea lo que sea lo que decida, te veré pronto. Lo prometo.
- De acuerdo, Bella. —Su voz era resignada.— Llámame cuando llegues a Phoenix.
- Te llamaré desde casa, papá. Adiós.
- Adiós, Bella. —Vaciló antes de colgar.
Por lo menos estaba de buenas con Charlie de nuevo, pensé mientras devolvía el teléfono a Alice. Ella me observaba atentamente, quizás esperando por otro bajón emocional. Pero yo sólo estaba muy cansada. La familiar ciudad voló por mi oscura ventanilla. El tráfico era ligero. Transitamos rápidamente por el centro de la ciudad y luego viramos alrededor de la parte norte de Sky Harbour International, girando al sur en Temple. Sólo en el otro lado del húmedo cauce del Río Salado, a un kilómetro o más del aeropuerto, Jasper salió ante la orden de Alice. Ella le dirigió fácilmente a través de las superficiales calles a la entrada del hotel Hilton en el aeropuerto. Yo había estado pensado en el Motel 6, pero estaba segura de que ellos no se preocupaban por el aspecto económico. Parecían tener reservas ilimitadas. Entramos en el aparcamiento bajo la sombra de un gran toldo, y dos botones se colocaron rápidamente al lado del impresionante automóvil. Jasper y Alice bajaron del coche, pareciendo dos estrellas de cine con sus gafas de sol. Yo bajé torpemente, agarrotada por tantas horas en el coche, sintiéndolo acogedor. Jasper abrió el maletero, y el eficiente botones descargó rápidamente nuestras bolsas de compra en un carrito. Estaban demasiado bien entrenados como para mostrar ninguna mirada sorprendida ante nuestra carencia de un verdadero equipaje. El coche debía de haber estado muy frío en su interior. Saliendo de él a la tarde calurosa, aunque ya oscura, de Phoenix, fue como meter mi cabeza en un horno y empezar a dorarme. Por primera vez en ese día, me sentí en casa. Jasper caminó con seguridad por el vestíbulo vacío. Alice se mantuvo cuidadosamente a mi lado, los botones tras nosotros siguiéndonos con nuestras cosas. Jasper se acercó al mostrador de recepción con su inconscientemente aire de realeza. — Bower —fue todo lo que dijo a la aparentemente profesional recepcionista. Ella rápidamente procesó la información, con sólo un mínimo vistazo hacia el ídolo de pelo dorado delante de él, traicionando su cuidadosa eficiencia.
Rápidamente fuimos guiados a una gran suite. Sabía que los dos dormitorios eran meramente una fachada. Los botones descargaron eficientemente nuestras bolsas mientras me sentaba débilmente en el sofá y Alice danzaba a examinar el resto de la suite. Jasper les dio la mano cuando se iban, y la mirada que intercambiaron en su salida hacia la puerta era más que satisfecha; estaban deleitados. Entonces nos quedamos solos. Jasper fue a las ventanas, cerrando los dos niveles de cortinas con seguridad. Alice apareció y dejó caer un menú de servicio de habitaciones en mi regazo.
- Pide algo —aconsejó.
- Estoy bien —dije sin entusiasmo.
Me lanzó una oscura mirada, y me quitó el menú de las manos. Murmurando algo acerca de Edward, levantó el teléfono.
- Alice, de verdad —comencé a decir cuando me silenció con la mirada. Apoyé mi cabeza en el reposabrazos del sofá y cerré los ojos.
Los golpes en la puerta me despertaron. Salté tan rápido que me resbalé del sofá hacia el suelo y me golpeé la frente contra la mesa de centro.
- Oh —dije, aturdida, acariciándome la cabeza.
Escuché a Jasper reírse una vez, y levanté la vista para verle tapándose la boca, intentando ahogar el resto de su diversión. Alice abrió la puerta, presionando sus labios firmemente con los bordes de su boca estirándose. Me ruboricé y me trepé de nuevo al sofá, sosteniendo mi cabeza con la mano. Era mi comida; el olor de carne roja, queso, ajo y patatas me rodeó. Alice llevó la bandeja tan hábilmente como si hubiera sido camarera durante años, y la colocó en la mesita a la altura de mis rodillas.
- Necesitas proteínas —me explicó, levantando la plateada tapa semiesférica para mostrar un gran filete y una decorativa escultura de patata.— Edward no estará contento contigo si tu sangre huele anémica cuando llegue aquí. —Estaba casi segura de que estaba bromeando.
Ahora que podía oler la comida estaba hambrienta de nuevo. Comí veloz, sintiendo volver mi energía en cuanto los azúcares llegaron a mi torrente sanguíneo. Alice y Jasper me ignoraban, viendo las noticias y hablando tan rápida y calladamente que no pude entender ni una palabra. Un segundo golpe sonó en la puerta. Salté sobre mis pies, intentando evitar otro accidente con la bandeja medio vacía en la mesa de centro.
— Bella, necesitas tranquilizarte —dijo Jasper, mientras Alice atendía a la puerta. Un miembro del personal de limpieza le dio una pequeña bolsa con el logotipo del Hilton y se marchó rápidamente. Alice lo trajo y me lo entregó. Lo abrí y encontré un cepillo de dientes, pasta de dientes, y todas las demás cosas críticas que me había dejado en mi camioneta. Las lágrimas aparecieron en mis ojos.
— Sois tan amables conmigo… —miré a Alice y luego a Jasper, agobiada.
Había notado que Jasper era normalmente el más cuidadoso en mantener las distancias conmigo, de modo que me sorprendió cuando vino a mi lado y colocó su mano en mi hombro.
- Ahora eres parte de nuestra familia —me dijo, sonriendo calurosamente. De repente sentí un pesado agotamiento fluyendo por mi cuerpo; mis párpados eran de alguna manera demasiado pesados para mantenerse abiertos.
- Muy sutil, Jasper —escuché a Alice decir en tono sarcástico. Sus fríos y delgados brazos resbalaron bajo mis rodillas y mi espalda. Me levantó, pero yo estaba dormida antes de que me depositara en la cama.
Era muy temprano cuando me desperté. Había dormido bien, sin sueños, y estaba más alerta de lo que solía estar al despertar. Estaba oscuro, pero había destellos azulados de luz proviniendo desde debajo de la puerta. Busqué al lado de la cama, tratando de encontrar la lámpara en la mesita de noche. Una luz apareció sobre mi cabeza y me exalté. Alice estaba allí, arrodillada a mi lado en la cama, con su mano en la lámpara que estaba ensamblada a la cabecera.
- Lo siento —dijo mientras yo me desplomaba de alivio hacia atrás, sobre la almohada.— Jasper tiene razón,… —continuó— necesitas relajarte.
- Bueno, pero no se lo digas a él —me quejé.— Si él intenta relajarme más, entraré en coma.
Se rió tontamente.
- Te diste cuenta, ¿eh?
- Si me hubiera golpeado la cabeza con un sartén habría sido menos obvio.
- Necesitabas dormir. —Se encogió de hombros, sonriendo todavía.
- Y ahora necesito una ducha, ¡ala! —Me di cuenta de que todavía llevaba el ligero vestido azul, el cual estaba más arrugado de lo que tenía derecho a estar. Mi boca tenía mal sabor.
- Creo que vas a tener un chichón en la frente —mencionó mientras me dirigía al baño.
Después de haberme aseado, me sentí mucho mejor. Me puse las prendas que Alice dejó para mí en la cama, una camisa verde militar que parecía estar hecha de seda, y pantalones cortos marrones de lino. Me sentí culpable, ya que mis nuevas cosas eran mucho más agradables que cualquiera de las prendas que había dejado atrás.
Fue agradable hacer algo por fin con mi pelo; el champú del hotel era de buena calidad y mi pelo resplandeció de nuevo. Me tomé mi tiempo en secarlo hasta dejarlo perfectamente liso. Tuve el presentimiento de que no haríamos gran cosa hoy. Una estrecha inspección en el espejo reveló una sombra oscureciendo en mi frente. Fabuloso. Cuando finalmente salí del baño, la luz brillaba al máximo alrededor de los bordes de las gruesas cortinas. Alice y Jasper estaban sentados en el sofá, mirando fija y pacientemente la televisión, con el sonido casi apagado. Había una nueva bandeja de comida en la mesa.
- Come —dijo Alice, señalándola firmemente.
Me senté obediente en el suelo, y comí sin darme cuenta de lo que comía. No me gustaba la expresión de sus caras. Estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, ni siquiera cuando aparecían los anuncios. Empujé la bandeja a un lado, con el estómago repentinamente revuelto. Alice miró hacia la bandeja, observando con mirada disgustada que todavía estaba llena.
- ¿Qué es lo que va mal, Alice? —pregunté dócilmente.
- Todo va bien. —Me miró con ojos abiertos y sinceros que no me creí ni por un segundo.
- Bueno, ¿qué hacemos ahora
- Esperaremos a que Carlisle llame.
- ¿Y no debería haber llamado ya? —Me pareció que me iba acercando al meollo del asunto. Los ojos de Alice revolotearon desde los míos hacia el teléfono que estaba encima de su bolso; luego volvió a mirarme.— ¿Qué significa eso? —Me temblaba la voz y luché para controlarla— ¿Qué quieres decir con que no ha llamado?
- Simplemente que no tienen nada que decir. —Pero su voz sonaba demasiado monótona y el aire se me hizo más difícil de respirar.
- Bella —dijo Jasper con una voz sospechosamente tranquilizadora— no tienes de qué preocuparte. Aquí estás completamente a salvo.
- ¿Crees que es por eso por lo que estoy preocupada? —pregunté con incredulidad.
- ¿Entonces por qué? —Él también pareció sorprendido. Aunque podía sentir el tono de mis emociones, no podía saber las razones que las motivaban.
- Ya oíste a Laurent —mi voz era sólo un susurro, pero estaba segura de que podía oírme, sin duda.— Dijo que James era letal. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si cualquiera de ellos sufriera algún daño, Carlisle, Emmett… Edward... —Tragué con dificultad.— Si esa mujer brutal le hace daño a Rosalie o a Esme... —hablaba cada vez más alto, y en mi voz apareció una nota de histeria.— ¿Cómo podré vivir conmigo misma sabiendo que fue por mi culpa? Ninguno de vosotros debería arriesgar su vida por mí...
- Bella, Bella, para... —me interrumpió Jasper, sus palabras fluyendo rápidamente.— Te preocupas por lo que no debes, Bella. Confía en mí en esto: ninguno de nosotros está en peligro. Ya soportas demasiada presión tal como están las cosas, no hace falta que le añadas todas esas innecesarias preocupaciones. ¡Escúchame! —me ordenó, porque yo había vuelto la mirada a otro lado.— Nuestra familia es fuerte. Nuestro único temor es perderte.
- Pero, ¿por qué vosotros...? —Alice me interrumpió esta vez, acariciándome la mejilla con sus dedos fríos.
- Edward lleva solo casi un siglo. Ahora te ha encontrado, y nuestra familia está completa. ¿Crees que podríamos mirarle a la cara los próximos cien años si te pierde?
La culpa remitió lentamente cuando me sumergí en sus ojos oscuros. Pero, incluso mientras la calma se extendía sobre mí, sabía que no podía confiar en mis sentimientos con Jasper presente
Baile de Graduación
- Extras de Crepúsculo -
Esta parte es de auto-gratificación en su peor expresión. Tuve una ráfaga de sensaciones con todo eso del baile de graduación y los listones y cosas de chicas… Adelante, que cada uno asuma su riesgo.
Stephenie Meyer
—
¿Cuándo me vas a decir qué está pasando, Alice?
— Ya lo verás, se paciente —me ordenó haciendo una mueca distraídamente.
Estábamos en mi coche pero ella conducía. Tres semanas más y ya no estaría caminando escayolada, y entonces se iba a terminar con el asunto de los chóferes. Me gustaba conducir.
Ya estábamos a finales de mayo, y la tierra alrededor de Forks encontraba de alguna manera la forma de ser aún más verde de lo normal. Era precioso, por supuesto, y de alguna manera me estaba reconciliando con el bosque, sobre todo porque pasaba mucho más tiempo allí de lo habitual. No éramos muy amigas todavía, la naturaleza y yo, pero nos estábamos acercando.
El cielo estaba gris, pero eso también era agradable. Era un gris perlado, no sombrío del todo, no lluvioso, y casi suficiente cálido para mí. Las nubes eran delgadas y seguras, esa clase de nubes que me gustaban, debido a la libertad que garantizaban.
Pero a pesar de estos entornos agradables, me sentía particularmente nerviosa. Por una parte debido al comportamiento extraño de Alice. Ella había insistido fervientemente en tener una salida de chicas este sábado por la mañana, llevándome hasta Port Angeles para hacernos la manicura y la pedicura, rechazando a dejarme usar el modesto brillo rosa que yo quería, y ordenando a la manicurista que me pintara las uñas con un brillante rojo oscuro, llegó tan lejos que incluso insistió en que me pintara las uñas de mi pie escayolado.
Cuando acabamos Alice me llevó a una zapatería, aunque solo me podía probar un zapato de cada par. En contra de mis vigorosas protestas, me compró un par de sandalias sobrevaluadas y de lo más poco prácticas, con tacón de aguja –algo que parecía realmente peligroso, sujetas solamente por una cinta de satén que se cruzaban sobre mi pie y se ataban en un ancho arco detrás de mi tobillo. Eran de un azul profundo, y en vano intenté explicarle que no tenía nada con lo que ponerme esos zapatos. Incluso cuando mi armario estaba vergonzosamente lleno de la ropa que me había comprado en Los Ángeles –la mayor parte de la ropa todavía demasiado ligera para ponérsela en Forks– estaba convencida de que no tenía nada en ese tono. E incluso si hubiese tenido ese tono exacto escondido en algún rincón de mi armario, mi ropa no hacía juego con esas sandalias de tacón alto- difícilmente podía caminar con seguridad solo usando medias. Pero mi irrebatible lógica no hacía mella en ella. Ni siquiera me discutía.
— Bueno, no son de Biviano, pero lo van a tener que ser —murmuró divertida, y no habló más hasta que desenfundó su tarjeta de crédito ante los embelesados empleados. Me llevó a almorzar a un sitio de comida rápida con servicio para llevar, diciéndome que tenía que comer en el coche, pero negándose a explicarme la razón de tanta prisa. Además, de camino a casa le tuve que recordar varias veces que mi coche no era capaz de ir a la velocidad de un coche deportivo, incluso con las modificaciones que Rosalie le había hecho, y que por favor le diera un respiro al pobre trasto.
Por lo general, Alice era mi chófer preferido. Ella no parecía aburrida conduciendo a veinte o treinta kilómetros por encima del límite de velocidad, cosa que algunas personas no podían soportar.
Pero la agenda secreta de Alice era solo la mitad del problema, por supuesto. Yo también estaba patéticamente ansiosa porque no había visto el bello rostro de Edward en casi seis horas y eso debe de haber sido un récord en los últimos dos meses.
Charlie había estado difícil, pero no imposible. Se había reconciliado con la constante presencia de Edward cuando regresaba a casa, sin encontrar nada de qué quejarse cuando nos sentábamos en la mesa para hacer las tareas del instituto –hasta parecía disfrutar de su compañía cuando gritaban juntos los partidos en ESPN. Pero no había perdido nada de su original severidad cuando sostenía la puerta abierta a Edward exactamente a las diez en punto de cada noche de la semana. Por supuesto, Charlie era completamente inconsciente de la habilidad de Edward para regresar con su coche a casa y estar de vuelta en mi ventana en menos de diez minutos.
Él era mucho más agradable con Alice, a veces de manera un tanto embarazosa. Obviamente, hasta que tuviera mi voluminosa escayola algo más manejable, necesitaba la ayuda de una mujer. Alice era un ángel, una hermana; todas las noches y todas las mañanas aparecía para ayudarme con mis rutinas diarias. Charlie estaba enormemente agradecido de ser relevado del horror de una hija casi adulta que necesitaba ayuda para ducharse -esa clase de cosas estaban lejos de ser de su comodidad, y también de la mía, por lo mismo. Pero era con más que gratitud que Charlie comenzó a llamarla «ángel» como apodo, y la miraba con ojos embelesados cuando ella danzaba sonriente por la pequeña casa, iluminándola. Ningún ser humano podía resistirse a su increíble belleza y gracia, y cuando ella se deslizaba por la puerta cada noche con un cariñoso, Te veo mañana, Charlie, lo dejaba atontado.
— Alice, ¿vamos a casas ahora? —le pregunté en ese momento, entendiendo las dos que me refería a la casa blanca junto al rió.
— Sí. —Sonrió, conociéndome bien.— Pero Edward no está ahí.
Me enfurruñé.
— ¿Dónde está?
— Él tenía algunos recados que hacer.
— ¿Recados? —repetí tajante.— Alice, —mi tono se volvió suplicante— por favor dime qué está pasando.
Ella sacudió la cabeza, negando pero sonriendo al mismo tiempo.
— Me estoy divirtiendo mucho —explicó.
Cuando entramos en casa, Alice me llevó directa arriba, a su baño del tamaño de una habitación. Me sorprendió encontrar a Rosalie ahí, esperándome con una sonrisa celestial, detrás de una silla rosa. Un arsenal de herramientas y productos de belleza cubrían el largo mostrador.
— Siéntate —ordenó Alice. La miré cuidadosamente un minuto, y entonces, decidiendo que ella estaba preparada para usar la fuerza si era necesario, cojeé hasta la silla y me senté con la dignidad que pude mantener. Rosalie inmediatamente empezó a cepillarme el pelo.
— ¿Supongo que no me dirás de qué va esto? —le pregunté.
— Puedes torturarme, —murmuró, absorta con mi pelo— pero nunca hablaré.
Rosalie sujeto mi cabeza en el lavabo mientras Alice frotaba mi pelo con un champú que olía como a menta y a pomelo. Alice secó furiosamente los mechones de mi pelo con una toalla y después roció casi una botella entera de algo más -este olía como a pepinos- en el pelo mojado y me pasó la toalla otra vez.
Peinaron el lío rápidamente, y lo que fuera que olía a pepino hizo que el enredo desapareciera. Tenía que pedirles un poco de ese líquido. Luego cada una cogió un secador y se pusieron a trabajar.
Mientras pasaban los minutos, y seguían descubriendo nuevas secciones de pelo empapado, sus caras empezaron a tomar una expresión un poco preocupada. Sonreí suspicaz. Hay algunas cosas que incluso ni los vampiros podían acelerar.
— ¡Tiene una cantidad tremenda de pelo! —comentó Rosalie con voz ansiosa.
— ¡Jasper! —llamó claramente Alice, pero no en voz muy alta.— ¡Encuéntrame otro secador!
Jasper vino a su rescate, alguna manera apareciendo con dos secadores más, cada uno de ellos apuntando a mi cabeza, profundamente divertido, mientras ellas seguían trabajando.
— Jasper… —empecé esperanzada.
— Lo siento, Bella. No tengo permitido decir nada.
Cuando todo estuvo seco y esponjoso, Jasper escapó agradecido. Mi pelo sobresalía tres centímetros de mi cabeza.
— ¿Qué me habéis hecho? —pregunté horrorizada. Pero ellas me ignoraron, sacando una caja de rulos calientes.
Intenté convencerlas de que mi pelo no se rizaba, pero me ignoraron, embadurnando algo que era de un color amarillo poco saludable a través de cada mechón antes enroscarlo alrededor de un rulo caliente.
— ¿Encontraste zapatos? —preguntó intensamente Rosalie mientras trabajaban, como si la respuesta fuese de vital importancia.
— Sí, son perfectos —agregó Alice con satisfacción.
Miré a Rosalie en el espejo, cabeceando como si un gran peso hubiese sido sacado de su mente.
— Tu pelo se ve bien —dije. No que no estuviese siempre ideal -pero ella lo tenía levantado esa tarde, creando una corona de rizos dorados encima de su perfecta cabeza.
— Gracias —me sonrió. Ahora habían empezado con la segunda tanda de rizos.
— ¿Qué piensas sobre el maquillaje? —preguntó Alice.
— Es doloroso —acoté. Ambas me ignoraron de nuevo.
— No necesita mucho, su piel está mejor desnuda —dijo divertida Rosalie.
— Pintalabios, entonces —decidió Alice.
— Y rímel y lápiz de ojos —agregó Rosalie— Solo un poco.
Suspiré fuertemente. Alice sonrió.
— Se paciente, Bella. Nos estamos divirtiendo.
— Bien, mientras vosotras os divirtáis —murmuré.
Terminaron de colocar todos los rulos ceñidamente e incómodamente sujetos a mi cabeza.
— Ahora, vamos a vestirla —La voz de Alice se emocionó. No quería esperar a que abandonase el baño por mi propio pie. En lugar de eso, me levantó y me llevó a la grande habitación blanca de Rosalie y Emmett. En la cama, había un vestido. Azul Jacinto, por supuesto.
— ¿Qué te parece? —inquirió Alice.
Esa era una buena pregunta. Era ligeramente escotado, con volantes, aparentemente para ser llevado por debajo de los hombros, con largas mangas que se fruncían en las muñecas. La blusa escotada estaba rodeada por otra, con pálidas flores, en tela azul, que se plisaban juntas para formar un fino volante en el lado izquierdo. El material florecido era más largo por la parte de atrás, pero abierto en la parte delantera por varias capas de volantes de suave azul, aclarado en tono cuando alcanzaban el dobladillo de la parte baja.
— Alice —gemí— ¡No puedo ponerme eso!
— ¿Por qué? —exigió en voz fuerte.
— ¡La parte de arriba es totalmente transparente!
— Esto va debajo —Rosalie levantó un pedazo de la tela azul pálido.
— ¿Qué es esto? —pregunté aterrada.
— Es un corsé, tonta —dijo Alice, impaciente.— Ahora te vas a poner esto sola o tengo que llamar a Jasper y pedirle que te sujete mientras yo lo hago? —me amenazó.
— Se suponía que eras mi amiga —le acusé.
— Se buena Bella —suspiró.— No recuerdo haber sido humana y estoy intentando tener algo de diversión contigo. Además, es por tu propio bien.
Me quejé y me ruboricé mucho, pero no les llevó mucho tiempo meterme en el vestido. Lo tenía que admitir, el corsé tenía sus ventajas.
— ¡Guau! —exhalé, mirando hacia abajo.— ¡Tengo escote!
— Quien lo hubiera adivinado —Alice se rió entre dientes, encantada con su trabajo. Aunque no estaba completamente convencida.
— ¿No creéis que este vestido en un poco demasiado… no sé, atrevido… para Forks? —pregunté dubitativa.
— Yo creo que las palabras que estas buscando son Alta Costura —dijo Rosalie riendo.
— No es para Forks, es para Edward —insistió Alice.— Es perfecto.
Entonces, me llevaron de vuelta al baño, donde desenroscaron los rulos con dedos voladores. Para mi asombro, cayeron cascadas de rizos. Rosalie sujeto la mayoría de ellos arriba, enrollándolos cuidadosamente en una media cola de caballo que se desbordaba sobre mi espalda. Mientras ella trabajaba, Alice pintó rápidamente una fina raya alrededor de cada uno de mis ojos, me puso rímel, y pasó cuidadosamente un pintalabios rojo oscuro por mis labios. Luego se fue de la habitación y volvió rápidamente con los zapatos.
— Perfectos —respiró Rosalie mientras Alice los sujetaba para admirarlos. Alice ató el zapato asesino con experiencia, y luego miró mi escayola con especulación en sus ojos.
— Supongo que hemos hecho lo que hemos podido —sacudió su cabeza tristemente.— ¿No crees que Carlisle nos dejaría…? —Miró a Rosalie.
— Lo dudo —replicó Rosalie secamente. Alice suspiró.
Ambas levantaron sus cabezas entonces.
— Ya ha vuelto — yo sabía a quién se referían, y sentí el aleteo de energéticas mariposas en mi estomago.
— Él puede esperar. Hay una cosa más importante —dijo Alice firmemente. Me levantó otra vez –era necesario, estaba segura que no podría caminar con ese zapato- y me llevó a su habitación, donde ella gentilmente me dejó de pie en frente de su enorme espejo de cuerpo entero.
— Ahí—dijo— ¿La ves?
Miré fijamente a la extraña en el espejo. Ella parecía muy alta con los zapatos de tacón, la lánguida línea del ceñido vestido contribuía a la ilusión. El escote recto -dónde su inusual e impresionante busto atrajo mi atención otra vez- hacía ver su cuello muy largo, mientras las columnas de brillantes rizos bajaban por su espalda. El color azul de la gasa era perfecto, destacando la cremosidad de su piel de marfil, el rosado del sonrojo de sus mejillas. Ella estaba muy guapa, lo tenía que admitir.
— Bien, Alice —sonreí— La veo.
— No la olvides —ordenó.
Me levantó otra vez, y me llevó al descansillo superior de las escaleras.
— ¡Date la vuelta y cierra los ojos! —ordenó a quien esperaba abajo.— Y mantente fuera de mi mente, no lo arruines.
Alice vaciló, caminando más despacio de lo normal bajando la escalera hasta que pudo ver que él había obedecido. Entonces voló el resto del camino. Edward estaba esperando junto a la puerta, de espaldas a nosotras, muy alto y de negro. Nunca antes le había visto vestir de negro. Alice me puso derecha, arreglando la tela de mi vestido, colocando un rizo en su lugar, y entonces me dejó ahí, mientras se fue a sentar al banco del piano a mirar. Rosalie la siguió y se sentó con ella.
— ¿Puedo mirar? —su voz era intensa por la ansiedad, hizo que mi corazón palpitara irregularmente.
— Sí… ahora —ordenó Alice.
Edward se giró inmediatamente, y se quedó congelado en el sitio con los ojos abiertos de par en par. Pude sentir el adulador calor por mi cuello y teñir mis mejillas. Él estaba magnífico; sentí un parpadeo del viejo miedo, que él fuera solo un sueño, no era posible que fuese real. Él vestía un esmoquin negro, y debería haber estado en una premier de cine, no a mi lado. Le miré fijamente con aterrorizada incredulidad.
Caminó lentamente hacía mi, vacilando en un pie cuando me alcanzó.
— Alice, Rosalie…gracias —espiró sin dejar de mirarme. Oí la risa ahogada de placer de Alice.
Dio un paso adelante, tomando con su mano fría mi mentón e inclinándose para presionar sus labios en mi garganta.
— Eres tú —murmuró contra mi piel. Se apartó, y había un ramo de flores blancas en su otra mano.
— Fressias —me informó mientras las fijaba en mis rizos.— Completamente redundante, por lo que concierne a la fragancia, por supuesto. —Se inclinó hacia atrás para verme otra vez. Sonrió con esa sonrisa que me paraba el corazón.— Estás absurdamente hermosa.
— Me robaste las palabras —mantuve mi voz tan clara como pude manejar.— Justo cuando me había convencido a mí misma de que eras real, te apareces así vestido y tengo miedo de que esté soñando de nuevo.
Él me levantó rápidamente en sus brazos. Me sujetó cerca de su cara, mientras sus ojos ardían a medida que me acercaba.
— ¡Cuidado con el pintalabios! —ordenó Alice.
Él se rió en rebeldía, pero dejó caer su boca al hueco de mi garganta en su lugar.
— ¿Estás lista para irnos? —me preguntó.
— ¿Me va a decir alguien en algún momento cuál es la ocasión?
Él se rió otra vez, mirando por encima de su hombro a sus hermanas.
— ¿No lo ha adivinado?
— No —rió tontamente Alice. Edward rió con deleite. Fruncí el ceño.
— ¿Qué me estoy perdiendo?
— No te preocupes, lo entenderás muy pronto —me aseguró.
— Déjala en el suelo, Edward, para que pueda sacaros un foto —Esme estaba bajando las escaleras con una cámara plateada en sus manos.
— ¿Fotos? —murmuré, mientras él me ponía cuidadosamente sobre mi pie bueno. Estaba teniendo un mal presentimiento sobre todo esto.— ¿Aparecerás en la foto? —pregunté sarcásticamente.
Edward me sonrió.
Esme nos tomó varias fotografías, hasta que Edward irónicamente insistió en que se nos iba a hacer tarde.
— Nos veremos allí —dijo Alice mientras él me llevaba a la puerta.
— ¿Alice estará allí? Donde quiera que sea —Me sentí un poco mejor.
— Y Jasper, y Emmett, y Rosalie.
Mi frente se arrugó por la concentración mientras intentaba adivinar el secreto.
Él rió disimuladamente ante mi expresión.
— Bella —me llamó Esme.— Tu padre está al teléfono.
— ¿Charlie? —preguntamos simultáneamente Edward y yo. Esme me trajo el teléfono, pero él me lo arrebató cuando ella intentó dármelo a mí, manteniéndome lejos fácilmente con un brazo.
— ¡Oye! —protesté, pero él ya estaba hablando.
— ¿Charlie? Soy yo. ¿Qué pasa? —sonó preocupado. Mi cara palideció. Pero su expresión pronto se volvió divertida y de repente malvada.
— Dale el teléfono, Charlie, déjame hablar con él. —Lo que fuera que estaba pasando, Edward se estaba divirtiendo demasiado como para que Charlie estuviera en peligro. Me relajé ligeramente.
— Hola, Tyler, soy Edward Cullen —su voz era muy amistosa, en apariencia. Pero yo ya le conocía lo bastante bien como para detectar el leve rastro de amenaza en su tono. ¿Qué estaba haciendo Tyler en mi casa? Caí en la cuenta de la terrible verdad poco a poco.— Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero Bella no está disponible esta noche. —El tono de su voz cambió, y la amenaza se hizo más evidente mientras seguía hablando.— Para serte totalmente sincero, ella no va a estar disponible ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento estropearte la velada. —No sonaba como arrepentido para nada. Y entonces, colgó el teléfono con una ancha y estúpida sonrisa en su rostro.
— ¡Me estás llevando al baile de graduación! —Le acusé furiosa. Mi cara y mi cuello se ruborizaron con cólera. Pude sentir las lágrimas de rabia que se empezaban a acumular en mis ojos.
Él no esperaba una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó los labios con fuerza y sus ojos se oscurecieron.
— No te pongas difícil, Bella.
— Bella, vamos todos —me animó Alice, repentinamente junto a mi hombro.
— ¿Por qué me hacéis esto? —exigí.
— Será divertido —Alice era todavía optimista.
Pero Edward se inclinó para murmurar muy despacio en mi oreja, con su voz de seria y de terciopelo.
— Solo eres humana una vez, Bella. Compláceme. —Entonces dirigió contra mí la fuerza de sus abrasadores ojos dorados, fundiéndose mi resistencia con su calor.
— Bien —contesté con un mohín, incapaz de echar fuego por los ojos con la eficacia deseada.— Me lo tomaré con calma. Pero ya veréis —les advertí secamente.— En mi caso, la mala suerte se está convirtiendo en un hábito. Seguramente me romperé la otra pierna. ¡Mira este zapato! ¡Es una trampa mortal! —Levanté la pierna para reforzar la idea.
— Mmm —miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario, entonces miró a Alice con ojos brillantes— Una vez más, gracias.
— Llegaréis tarde donde Charlie —nos recordó Esme.
— Está bien, vamos —me levantó y me llevó hacia la puerta.
— ¿Está Charlie al tanto de todo esto? —pregunté con los dientes apretados.
— Por supuesto —contestó con una mueca.
Estaba preocupada, por lo que no me di cuenta al principio. Solo fui consciente de un coche plateado, y asumí que era el Volvo. Pero entonces se detuvo tan abajo al acomodarme dentro del coche que pensé que me iba a sentar en el suelo.
— ¿Qué es esto? —pregunté, sorprendida de encontrarme en un coupe que no me era famialiar.— ¿Dónde está el Volvo?
— El Volvo es mi coche de diario —me dijo con cuidado, por si podía tener otro ataque.— Este es el coche para ocasiones especiales.
— ¿Qué pensará Charlie? —sacudí la cabeza con desaprobación mientras me subía al coche y encendía el motor. Ronroneó.
— Ah, la mayor parte de la gente en Forks piensa que Carlisle es un codicioso coleccionista de coches. —Se apresuró por el bosque hacía la carretera.
— ¿Y no lo es?
— No, en realidad ese es más mi hobby. Rosalie también colecciona coches, pero ella prefiere perder el tiempo con sus entrañas antes que conducirlos. Ha hecho un excelente trabajo con éste.
Todavía me estaba preguntando por qué íbamos a casa de Charlie cuando aparcó en frente de ella. La luz de porche estaba encendida, aunque aún no había anochecido. Charlie seguramente estaba esperando, probablemente en ese momento estaría espiando por la ventana. Empecé a ruborizarme, preguntándome si la primera reacción de mi padre hacía el vestido no sería similar a la mía. Edward rodeó el coche, demasiado despacio para él, para abrirme la puerta -confirmando mi sospecha de que Charlie estaba mirándonos.
Entonces, mientras Edward me sacaba cuidadosamente fuera del pequeño coche, Charlie -muy fuera de lo común- salió a la entrada para recibirnos. Mis mejillas ardían; Edward se dio cuenta y me miró interrogante. Pero no necesitaba estar preocupada. Charlie no me había visto aún.
— ¿Es esto un Aston Martin? —Preguntó a Edward con una voz reverente.
— Sí, el Vanquish —Las comisuras de su boca se elevaron, pero logró controlarlo.
Charlie lanzó un silbido por lo bajo.
— ¿Quieres probarlo? —Edward levantó la llave ofreciéndosela.
Los ojos de Charlie finalmente se apartaron del coche. Miró a Edward con incredulidad –ruborizado por una diminuta esperanza.
— No —dijo reacio— ¿Que diría tu padre?
— Carlisle no tendría inconveniente —dijo Edward sinceramente, entre risas.— Adelante.
Edward apretó la llave en la dispuesta mano de Charlie.
— Bueno, solo una vuelta rápida… —Charlie ya acariciaba la carrocería con una mano.
Edward me ayudó a llegar cojeando a la puerta principal, levantándome en brazos tan pronto como estuvimos dentro, y llevándome a la cocina.
— Eso estuvo muy bien —dije.— Charlie no tuvo la oportunidad de flipar con mi vestido.
Edward parpadeó.
— No había pensado en eso —admitió. Sus ojos recorrieron de nuevo mi vestido con una expresión crítica.— Supongo que ha estado bien que no cogiéramos la furgoneta, clásica o no.
Miré más allá de su rostro con desgano, para darme cuenta de que la cocina estaba inusualmente iluminada. Había velas en la mesa, muchas, quizás veinte o treinta velas blancas. La vieja mesa estaba oculta por un largo mantel blanco, al igual que las dos sillas.
— ¿Es en esto en lo que has estado trabajando hoy?
—No, esto solo me llevó medio segundo. Fue la comida lo que me llevó todo el día. Se lo desagradables que te resultan los restaurantes elegantes, no hay muchas opciones que cuadren en esa categoría por aquí, pero decidí que no podías quejarte sobre tu propia cocina.
Me sentó en una de las blancas sillas envueltas, y empezó a sacar cosas del frigorífico y del horno. Me di cuenta que había solo cubiertos para una persona.
— ¿No vas a alimentar a Charlie, también? Tendrá que volver a casa en algún momento.
— Charlie no puede comer nada más. ¿Quién piensas que fue mi degustador? Tenía que estar seguro de que todo era comestible.— Puso un plato delante de mí, lleno de cosas que parecían muy comestibles. Suspiré.
— ¿Todavía estás enfadada? —pasó la otra silla alrededor de la mesa para poder sentarse junto a mí.
— No. Bueno, sí, pero no en este momento. Estaba solo pensando –ahí va la única cosa que podía hacer mejor que tú. Esto tiene buena pinta. —Suspiré otra vez.
El se rió entre dientes.
— Aún no lo has probado -se optimista, puede que esté horrible.
Comí un trozo, me detuve, y entonces hice una mueca.
— ¿Está horrible? —preguntó asustado.
— No, está fabuloso, naturalmente.
—Es un alivio —sonrió, tan perfecto.— No te preocupes, todavía hay muchas cosas en las que eres mejor que yo.
— Nombra una.
No contestó inmediatamente, solo acarició suavemente su frió dedo por la línea de mi clavícula, sosteniendo mi mirada con ojos ardientes hasta que sentí cómo mi piel ardía y se sonrojaba.
—Una es esta —murmuró, tocando el carmesí de mi mejilla.— Nunca he visto a nadie ruborizarse tan bien como lo haces tú.
— Genial, —fruncí el ceño—reacciones involuntarias, algo de lo que puedo estar orgullosa.
— También eres la persona más valiente que conozco.
— ¿Valiente? —tosí.
— Pasas todo tu tiempo libre en compañía de vampiros; eso precisa coraje. Y no vacilas en ponerte a una proximidad peligrosa de mis dientes…
Sacudí mi cabeza.
— Sabía que no podías encontrar algo.
Se rió.
— Estoy hablando en serio, lo sabes. Pero no importa. Come. —Me cogió el tenedor, impaciente, y empezó a alimentarme. La comida estaba perfecta, por supuesto.
Charlie volvió a casa cuando ya había casi acabado. Miré su rostro con cuidado, pero mi suerte se mantenía, estaba demasiado deslumbrado por el coche como para darse cuenta de cómo estaba vestida. Le devolvió las llaves a Edward.
— Gracias, Edward —sonrió soñador.— Eso sí que es un coche.
— De nada.
— ¿Cómo estaba todo? —Charlie miró mi plato vacío.
— Perfecto —Suspire.
— Ya sabes, Bella, puedes dejarle que practique para nosotros de nuevo alguna vez —insinuó.
Dirigí a Edward una mirada oscura.
— Estoy segura de que lo hará, papá.
No fue hasta que estuvimos al otro lado de la puerta cuando Charlie se despertó completamente. Edward tenía su brazo alrededor de mi cintura, como equilibrio y apoyo, mientras cojeaba en el inestable zapato.
— Mmm, pareces… muy mayor, Bella. —Podía oír el principio del discurso de desaprobación paternal.
— Alice me vistió. No pude decir mucho.
Edward rió tan bajo que apenas lo escuché.
— Bueno, si Alice… —se arrepintió y se ablandó. — Estás muy guapa, Bells —se detuvo con un rayo astuto en sus ojos.— Así que, ¿debería estar esperando que aparezca algún otro joven más con esmoquin esta noche?
Gemí mientras Edward reía disimuladamente. Cómo podía alguien ser tan inconsciente como Tyler, no lo podía entender. En realidad, Edward y yo nunca lo mantuvimos en secreto en el instituto. Íbamos y volvíamos juntos, me acompañaba a todas mis clases, me sentaba con él y su familia en la comida, y Edward tampoco era precisamente tímido en cuanto a besarme ante testigos. Tyler claramente necesitaba la ayuda de un profesional.
— Espero que no —Edward dijo mientras sonreía a mi padre.— Hay un frigorífico repleto de sobras, que se sirvan ellos mismos.
— No creo que eso sea posible, esos restos son míos —murmuró Charlie.
— Apunta los nombres para mi, Charlie —el indicio de amenaza en su voz era probablemente sólo audible para mí.
— Ah, ¡suficiente! —ordené.
Afortunadamente, por fin nos metimos en el coche y nos fuimos.
Narcóticos
- Extras de Luna Nueva -
Reconoceréis esta escena al final del capítulo 2 de Luna Nueva. Sólo unas pocas líneas difieren. En el primer manuscrito, Carlisle le da una droga a Bella para el dolor de su herida, y ella tiene una reacción inusual. ¿Por qué este cambio de ángulo? Una, mis editores pensaron que el humor era incorrecto (yo estaba riéndome de todo y ellos tratando de contenerme). La segunda, ellos no creyeron que la reacción de Bella fuera muy realista. La broma está en eso, porque la historia está basada en una experiencia de la vida real (no mía, esta vez).
Stephenie Meyer
Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome vueltas. El brazo ya no me dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante que me había provocado el beso. Algo tiró, escurridizo, de los bordes de mi memoria...
— Lo siento —dijo, también sin aliento.— Eso es pasarse de la raya.
Para mi propia sorpresa, me reí tontamente.
— Qué gracioso —farfullé, y solté otra risita tonta.
Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa. Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído.
— Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes?
— No creo —me reí tontamente de nuevo— ¿Por qué?
Entornó los ojos, y no pude parar de reír.
— ¿Cómo está tu brazo?
— No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía?
Suspiró cuando me reí de nuevo.
— Intenta dormir, Bella.
— No, quiero que me beses otra vez.
— Estás sobreestimando mi autocontrol.
Me reí por lo bajo.
— ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? —mi pregunta me hizo reír.
— Hay un empate —sonrió abiertamente a pesar de sí mismo.— Nunca te he visto colocada. Eres muy divertida.
— No estoy colocada —intenté contener las risitas tontas para probarlo.
— Duerme hasta que se te pase —sugirió.
Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero aún era embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro de nuevo y cerré los ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita histérica. Pero eso se hizo más infrecuente a medida que las drogas me adormecían hacia la inconsciencia.
Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la cabeza. Edward dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más que Percocet antes de besar mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de mi ventana.
No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era lejana y afable. Estaba algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber llegado durante la noche mientras me veía dormir. La ansiedad parecía aumentar la intensidad de los fuertes latidos de mi cabeza.
Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet a la papelera del baño.
La Beca
- Extras de Luna Nueva -
Esta es la sección más larga que corté de “Luna Nueva”. Es la mayor parte del capítulo seis original, “Declaración”, más siete escenas cortas que continuaban el argumento de “la beca” a lo largo de la novela, completamente al fin. Pienso que todo era un poco divertido, pero mis editores no estaban de acuerdo. No era necesario, así que fue sacrificado en el altar de la edición.
Stephenie Meyer
Escena Uno:
El día siguiente de que Bella fuese a ver la película de zombis con Jessica
Todavía echaba de menos Phoenix en raras ocasiones, cuando era provocado. Ahora, por ejemplo, cuando me dirigía al Banco Federal de Forks a depositar mi cheque de pago. Qué no daría yo por la conveniencia de un deseado, cajero automático. O por lo menos el anonimato de un extraño detrás de la mesa.
— Buenas tardes, Bella —me saludó la madre de Jessica.
— Hola, señora Stanley.
— Es muy agradable que salieras con Jessica anoche. Hacía mucho tiempo. —Me sacó la lengua, sonriendo para hacer con esto un sonido amistoso. Algo en mi expresión tenía que estar mal, porque la sonrisa fue repentinamente dura, y deslizó su mano nerviosamente a través de su pelo, donde se atascó durante un minuto; su pelo era exactamente tan rizado como el de Jessica, y rociado para arreglar sus rígidos rizos.
Sonreí otra vez, comprendiendo también que era un segundo tarde. Mi tiempo de reacción estaba oxidado.
— Sí —sonreí con la esperanza de que mi tono fuese sociable.— He estado muy ocupada, ya sabes. El instituto… el trabajo… —Me apresuré para pensar en añadir algo más a mi corta lista, pero me había quedado en blanco.
— Seguro, —sonrió más cálidamente, probablemente feliz de que mi respuesta sonara algo más normal y bien ajustada.
De repente se me ocurrió que quizá no estaba bromeando conmigo cuando asumí cuál era la razón tras su sonrisa. Quién sabe qué le habría dicho Jessica sobre la noche anterior. Sea lo que fuera, no estaba totalmente sin confirmar. Era la hija de la excéntrica ex de Charlie -la demencia puede ser genética. La primera socia de anormales del pueblo; salté el pasado rápidamente, estremeciéndome. Víctima reciente de un coma andante. Decidí que había un argumento bastante bueno para estar loca, aún sin contar las voces que oía ahora, y me pregunté si la señora Stanley pensaba realmente eso.
Debió haber visto la especulación en mis ojos. Miró rápidamente hacia otro lado, afuera, hacia las ventanas de detrás de mí.
— Trabajo —repetí, llamando de nuevo su atención mientras ponía el cheque sobre el mostrador.— Por eso es por lo que estoy aquí, por supuesto.
Sonrió de nuevo, su barra de labios se estaba agrietando a medida que progresaba el día, y estaba claro que había pintado sus labios mucho más de lo que estaban en realidad.
— ¿Cómo le van las cosas a los Newton? —preguntó alegremente.
— Bien, recogiendo lo de temporada. —Dije automáticamente, aunque ella pasaba todos los días por el aparcamiento del Olimpyc Outfitter -podría haber visto coches desconocidos. Probablemente conocía la bajada y el flujo de los negocios de campistas mucho más que yo.
Movió la cabeza ausentemente mientras tecleaba las claves en el ordenador frente a ella. Mis ojos deambulaban a través del mostrador marrón oscuro, con sus más de setenta líneas naranja brillante adornando los bordes. Las paredes y la alfombra habían sido modernizadas con un gris más neutro, pero el mostrador atestiguaba el decorado original de la construcción.
— Mmm,… —murmuró la señora Stanley en un tono más alto de lo normal. Volví para echarle un vistazo, sólo medio interesada, preguntándome si habría una araña en el escritorio que la había asustado.
Pero sus ojos todavía estaban pegados a la pantalla del ordenador. Sus dedos ahora estaban inmóviles, su expresión sorprendida e incómoda. Esperé, pero no dijo nada más.
— ¿Algo está mal? —¿Estaban tratando los Newton de pasar cheques sin fondos?
— No, no —farfulló rápidamente, mirándome con un extraño resplandor en los ojos. Parecía estar reprimiendo algún tipo de emoción. Eso me recordó a Jessica cuando tenía algún nuevo chisme que se moría por compartir.
— ¿Quieres que te imprima tu saldo? —Preguntó la señora Stanley ansiosamente. No era mi hábito -mi cuenta crecía tan predecible y lentamente que no era difícil hacer el cálculo en mi cabeza. Pero el cambio en su tono me hizo curiosa. ¿Qué había en la pantalla del ordenador que la fascinaba?
— Claro —coincidí.
Tecleó una clave, y la impresora escupió rápidamente un corto documento.
— Aquí tienes. —Arrancó el papel con tanta prisa que lo rasgó por la mitad.— Oops, lo siento mucho.
Revoloteó alrededor de la mesa, sin encontrarse nunca con mi mirada curiosa, hasta que encontró un rollo de cinta. Pegó los dos trozos de papel juntos y los empujó hacia mí.
— Eh,… ¡gracias! —murmuré.
Con el trozo de papel en la mano, giré y me dirigí a la puerta principal, echando una rápida mirada para ver si podía decir cuál era el problema de la señora Stanley.
Pensaba que mi cuenta debía tener sobre mil quinientos treinta y cinco dólares. Me equivoqué, eran treinta y seis con cincuenta, en vez de treinta y cinco.
Y había veinte de los grandes extra, también.
Me quedé helada en el sitio, intentando entender los números. La cuenta estaba veinte mil dólares por encima antes de mi depósito de hoy, los que entonces habían sido agregados correctamente.
Durante un minuto consideré cerrar mi cuenta inmediatamente. Pero, suspirando una vez, volví al mostrador donde la señora Stanley estaba esperando con brillantes e interesados ojos.
— Aquí tiene que haber un error del ordenador, señora Stanley —le dije, devolviéndole la hoja de papel.— Sólo deben ser los mil quinientos treinta y seis con cincuenta.
Sonrió con complicidad.
— Sí, creo que parece un poco raro.
— En mis sueños, estaría bien —sonreí también, impresionándome a mí misma con la normalidad de mi tono.
Tecleó enérgicamente.
— Veo el problema… hace tres semanas aparece un depósito de veinte mil de… Mmm, otro banco según parece. Imagino que alguien dio los números mal.
— ¿Cuántos problemas tendré si retiro el dinero? —Me burlé.
Se rió ausentemente mientras continuaba tecleando.
— Mmm —dijo otra vez, su frente se arrugó en tres profundas rayas.— Esto parece que fue una transferencia por cable. No tenemos muchas de éstas. ¿Sabes qué? Voy a hacer que la señora Gerandy le eche un vistazo… —su voz se arrastró mientras se giraba lejos del ordenador, su cuello se estiró para examinar la puerta abierta detrás de ella.—¿Charlotte, estás ocupada? —la llamó.
No hubo respuesta. La señora Stanley cogió el extracto y caminó rápidamente a través de la puesta trasera donde debían estar las oficinas.
Miré la puerta durante un minuto, pero no reapareció. Giré alrededor y miré ausentemente fuera de las ventanas delanteras, viendo la lluvia deslizarse hacia abajo por el cristal. La lluvia caía en impredecibles riachuelos, a veces inclinada por el viento. No llevé la cuenta del tiempo mientras esperaba. Intenté mantener mi mente flotando en blanco, pensando en nada, pero parecía que no podía volver a ese estado de semi inconsciencia.
Finalmente oí voces detrás de mí otra vez. Me giré para ver a la señora Stanley y a la mujer del Dr. Gerandy sacando archivos de la habitación delantera con la misma sonrisa educada en ambas caras.
— Lo siento por esto, Bella —dijo la señora Gerandy.— Debo aclarar esto arriba con una llamada telefónica verdaderamente corta. Puedes esperar si quieres. —Gesticuló a la hilera de sillas de madera contra la pared. Parecía que pertenecían a la mesa del cuarto de estar de alguien.
— Vale —asentí.
Caminé entre las sillas y me senté justo en la de en medio, deseando de repente tener un libro. No había leído nada durante un tiempo, fuera del instituto. E incluso después, cuando algunas ridículas historias de amor eran parte del plan de estudios, haría trampas con notas de roca. Era un alivio estar trabajando en Granja animal ahora. Pero tenía que haber otros libros seguros. Novelas políticas. Misteriosos asesinatos. Los asesinatos horripilantes no eran un problema; justo tanto tiempo como no había estrellado los ojos con el que tratar un argumento secundario romántico.
Esperé tanto tiempo que me irrité. Estaba cansada de mirar la aburrida habitación gris, sin una pintura que aliviase las blancas paredes. No podía ver a la señora Stanley mientras se arrastraba a través de las pilas de papeles, parándose de vez en cuando para meter alguna cosa en el ordenador -me miraba alguna vez, y tras ver mi mirada, parecía incómoda y abandonaba un archivo. Podía oír la voz de la señora Gerandy, un tenue murmullo que se desviaba fuera de la habitación trasera, pero no era lo suficientemente claro para decirme nada de la manera en que había mentido acerca de la longitud necesaria de la llamada telefónica. Había sido tan largo que cualquiera podría estar esperando mantener en blanco su mente, y si esto no terminaba pronto, yo no sería capaz de ayudar. Podía tener que pensar. Estaba siendo presa del pánico rápidamente, intentando subir con seguridad el objeto del pensamiento.
Estaba salvada con la reaparición de la señora Gerandy. Le sonreí agradecida cuando asomó su cabeza por la puerta, su fino y blanco pelo captaron mi atención al mismo tiempo.
— Bella, ¿Te importaría venir al despacho conmigo? —preguntó, y me di cuenta de que tenía el teléfono apretado contra su oreja.
— Claro —murmuré mientras ella desaparecía.
La señora Stanley tuvo que abrir la mitad de las puertas del final del mostrador para dejarme pasar. Su sonrisa era ausente, no se encontró con mis ojos. Yo estaba absolutamente segura de que estaba planeando escuchar a escondidas.
Mi mente corrió a través de todas las posibilidades concebibles mientras corría hacia la parte de atrás de a la oficina. Alguien estaba blanqueando dinero a través de mi cuenta. O quizá Charlie estaba aceptando sobornos y yo estaba perdiendo su cubierta. Aunque ¿Quién tendría esa clase de dinero con el que sobornar a Charlie? Quizá Charlie era acosado, cogiendo sobornos, y utilizando mi cuenta para blanquear el dinero. No, no podía imaginar a Charlie siendo acosado. Quizá era Phil. ¿Cómo de bien conocía a Phil, después de todo?
La señora Gerandy estaba aún al teléfono, y ella me indicó con el mentón, la silla de tijera de metal que encaraba su escritorio. Estaba garabateando rápidamente en el reverso de un sobre. Me senté, preguntándome si Phil tenía un oscuro pasado, y si yo iba a ir a la cárcel.
— Gracias, sí. Bien, creo que eso es todo. Sí, sí. Muchas gracias por su ayuda. —La señora Gerandy derrochó una sonrisa en el receptor de teléfono antes del colgar. No parecía enfadada o sombría. Más bien excitada y confusa. Lo que me recordó a la señora Stanley en el vestíbulo. Jugueteé por un segundo con saltar a través de la puerta y asustarla.
Pero la señora Gerandy habló.
— Bien, creo que tengo unas muy buenas noticias para ti… aunque no puedo imaginar cómo no habías sido informada de esto. —Me miró críticamente, como si esperase que me golpease la frente y dijese, ¡o ESOS veinte mil! ¡Se me olvidó completamente!
— ¿Buenas noticias? —puntualicé. Las palabras implicaban que este misterio era bastante complicado de desentrañar para ella, y daba la impresión de que yo era más rica de lo que habíamos pensado unos minutos antes.
— Bueno, si realmente no lo sabes… entonces ¡felicidades! Te ha sido concedida una beca de… —miró hacia abajo a sus notas garabateadas— el Pacific Northwest Trust.
— ¿Una beca? —Repetí con incredulidad.
— Sí, ¿No es excitante? Dios mío, ¡serás capaz de ir a la universidad que quieras!
Fue en ese preciso momento, mientras ella sonreía de oreja a oreja de felicidad por mi buena fortuna, cuando supe exactamente de dónde venía el dinero. A pesar de la repentina prisa del enfado, sospecha, ultraje y dolor, intenté hablar calmadamente.
— Una beca que deposita veinte mil dólares en efectivo en mi cuenta —destaqué.— En lugar de pagarlo al instituto. Sin ninguna forma de cerciorarse de que utilizo todo el dinero para la universidad.
Mi reacción la ruborizó. Parecía estar ofendida por mis palabras.
— Sería muy imprudente no usar ese dinero para el propósito destinado, Bella, querida. Esto es una oportunidad única en la vida.
— Por supuesto —dije ácidamente.— ¿Y mencionó esta… Pacific Northwest Trust por qué me eligieron a mí?
Miró sus notas otra vez, y frunció un poco el ceño debido a mi tono.
— Es muy prestigiosa, ellos no conceden una beca como ésta todos los años.
— Apostaré.
Me echó un vistazo y retiró la mirada rápidamente.
— El banco de Seattle que maneja los fondos, me explicó el hombre que administra las asignaciones de beca. Él dijo que esta beca se concede basada en los méritos, género y emplazamiento. Está destinada a mujeres estudiantes de pueblos pequeños que no tienen las oportunidades disponibles de las grandes ciudades.
Parecía que alguien pensaba que él estaba siendo divertido.
— ¿Méritos?” —Pregunté con desaprobación.— Tengo un tres con siete puntos de promedio. Puedo llamar a tres chicas en Forks que tienen mejores notas que yo, y una de ellas es Jessica. Además, nunca solicité esta beca.
Ella estaba muy ruborizada ahora, cogiendo el bolígrafo y dejándolo otra vez, inquietante el colgante que llevaba entre su pulgar y su índice. Ojeó a través de sus notas otra vez.
— Él mencionó que… —fijó sus ojos en el sobre, insegura de qué hacer con mi actitud.— No aceptan solicitudes. Funcionan mediante las solicitudes rechazadas de otras becas y escogen a los estudiantes que sienten que han sido injustamente pasados por alto. Ellos obtuvieron tu nombre de una solicitud que enviaste para la ayuda financiera basada en méritos para la Universidad de Washington.
Sentí que los extremos de mi boca descendían. No había sabido que la solicitud había sido rechazada. Era algo que había rellenado hace mucho tiempo, antes...
Y no había hecho el seguimiento con ningunas otras posibilidades, aunque las fechas tope estaban pasando. No parecía poder enfocar el futuro. Pero la Universidad de Washington era el único lugar que podría mantenerme cerca de Forks y de Charlie.
— ¿Cómo conseguían las solicitudes rechazadas? —Pregunté con monotonía.
— No estoy segura, querida. —La señora Gerandy estaba infeliz. Quería excitación y había obtenido hostilidad. Deseaba tener la manera de explicarle que la negatividad no tenía nada que ver con ella.— Pero el administrador dejó su número por si tenía algunas preguntas, puedes llamarle tú misma. Estoy segura de que puede asegurarte lo que este dinero significa realmente para ti.
No estaba dudando de eso.
— Querría ese número.
Escribió rápidamente en un trozo rasgado de papel. Hice una nota mental de un donativo anónimo para el banco, un cuaderno de post-it.
El número era de larga distancia.
— ¿Supongo que no dejó una dirección de correo electrónico? —Pregunté escéptica. No quería aumentar las facturas de Charlie.
— En realidad lo hizo —sonrió, feliz de tener algo que yo parecía querer. Alcanzó a través de la mesa para escribir otra línea en mi trozo de papel.
— Gracias, me pondré en contacto con él tan pronto como llegue a casa. —Mi boca era una línea dura.
— Cariño,… —dijo la señora Gerandy dudando.— Deberías estar feliz con esto. Es una gran oportunidad.
— No voy a coger veinte mil dólares que no me he ganado —repliqué, intentando mantener el rastro de indignación fuera de mi voz.
Se mordió el labio, y miró abajo otra vez. Pensaba que yo estaba loca, también. Bueno, estaba dispuesta a hacerla decirlo en alto.
— ¿Qué? —exigí.
— Bella… —hizo una pausa y esperó con los dientes apretados.— Es sustancialmente más que veinte mil dólares.
— ¿Perdón? —Me atraganté.— ¿Más?
— Veinte mil dólares es solamente el pago inicial, en realidad. A partir de ahora recibirás cinco mil dólares todos los meses hasta que termines tu carrera universitaria. Si te matriculas en cursos de postgrado, ¡la beca continuará pagándote por ello! —Se estaba emocionando otra vez, mientras me decía esto.
No pude hablar al principio, estaba muy furiosa. Cinco mil dólares al mes que abarcaban un tiempo ilimitado. Quería romper algo.
— ¿Cómo? —Me las arreglé para decir.
— ¿No entiendes lo que significa eso para ti?
— ¿Cómo obtendré cinco mil dólares al mes?
— Se transferirán a tu cuenta —respondió, perpleja.
Hubo un corto segundo de silencio.
— Cerraré esta cuenta ahora —dije con voz llana.
Me llevó quince minutos convencerla de que estaba seria. Ella tenía un interminable suministro de razones por la que eso era una mala idea. Argumenté acaloradamente hasta que finalmente se me ocurrió que ella estaba preocupada por darme los veinte mil. ¿Llevaron ellos esa cantidad en mano?
— Mire, señora Gerandy —la tranquilicé— Sólo quiero retirar mis mil quinientos. Realmente apreciaría si transfirieras ese dinero de nuevo a donde procede. Lo resolveré con esto —verifiqué el trozo de papel.— El señor Isaac Randall. Realmente esto es un misterio.
Esto pareció que la relajó.
Alrededor de veinte minutos después, con un rollo de mil quinientos dólares, un de veinte, uno de diez, uno de cinco, uno de uno, y cincuenta centavos en mi bolsillo, escapé del banco con alivio. La señora Stanley y la señora Gerandy permanecieron juntas en el mostrador, mirándome fijamente después con grandes ojos.
Escena Dos
Esa misma noche, después de comprar las motos y de visitar a Jacob por primera vez
Cerré la puerta detrás de mí, y saqué de mi bolsillo mi fondo para la universidad. Parecía un bonito rollo pequeño en la palma de mi mano. Lo metí dentro de la punta de un calcetín desparejado y lo empujé al fondo del cajón de mi ropa interior. Probablemente no era el lugar más original para esconderlo, pero ya me preocuparía por pensar algo más creativo más tarde.
En mi otro bolsillo estaba el trozo de papel con el teléfono de Isaac Randall y su dirección de correo electrónico. Lo rebusqué y lo coloqué en el teclado de mi ordenador, después pulsé el botón de encendido, dando un golpecito con mi pie mientras la pantalla volvía lentamente a la vida.
Cuando estuvo conectada, abrí mi cuenta de correo gratuita. Me retrasé, tomándome tiempo en borrar la montaña de spam que se había construido en los pocos días desde que había escrito a Reneé. Finalmente había terminado mi ocupado trabajo, y arranqué una caja nueva de la composición.
La dirección de correo llevaba su nombre, así que asumí que iría directamente al hombre que necesitaba.
Querido Sr. Randall,
Espero que recuerde la conversación que tuvo esta tarde con la señora Gerandy del Banco Federal de Forks. Mi nombre es Isabella Swan, y aparentemente usted tiene la impresión de que me ha sido concedida una generosa beca de la compañía Pacific Northwest Trust.
Lo siento, pero no puedo aceptar esta beca. He preguntado si el dinero que había recibido por transferencia se podía devolver a la cuenta de la que vino y liquidé mi cuenta en el Banco Federal de Forks. Por favor conceda la beca a un candidato diferente.
Gracias.
Isabella Swan
Me llevó algunos intentos conseguir que sonase bien y formal, y con un final sin ambigüedades. La leí dos veces antes de enviarla. No estaba segura de qué clase de indicaciones había recibido el señor Randall sobre las becas falsas, pero yo no podía ver ningún resquicio en mi respuesta.
Escena Tres:
Pocas semanas antes de la cita de Bella y Jacob con las motocicletas
Cuando volví, cogí el correo rápidamente. Pasé precipitadamente las facturas y la propaganda, hasta que vi la carta de debajo del montón.
Era un sobre normal de empresa, dirigido a mí -mi nombre estaba escrito a mano, lo cual era inusual. Miré la dirección del remitente con interés. Interés que rápidamente se tornó en una náusea nerviosa. La carta provenía de la Oficina de Asignaciones de Becas del Pacific Northwest Trust. No estaba la dirección de la calle bajo el nombre.
Probablemente fuese un reconocimiento formal de mi renuncia, me dije a mí misma. No había razón para sentirse nerviosa. Ninguna razón, excepto el pequeño detalle que pensando sobre cualquier parte de esto bastante a fondo quizá me mande hacia abajo en una espiral a la tierra del autómata. Sólo eso.
Dejé el resto del correo en la mesa, para Charlie. Apilé mis libros en la mesa de la sala de estar, y corrí escaleras arriba. Una vez que estuve en mi habitación, cerré la puerta y rasgué el sobre para abrirlo. Tuve que acordarme de permanecer enfadada. El enfado era la clave.
Estimada Señorita Swan,
Permítame felicitarla formalmente por haberle sido concedida la prestigiosa Beca J. Nicholls del Pacific Northwest Trust. Esta beca sólo es concedida excepcionalmente, y debería sentirse orgullosa de saber que el Comité de Asignaciones escogió para este honor su nombre unánimemente.
Ha habido algunas pequeñas dificultades para concederle su dinero de la beca, pero por favor no se preocupe. Me he tomado la molestia de ver que usted pone los menores inconvenientes posibles. Por favor encuentre el cheque bancario adjunto de veinticinco mil dólares; la concesión inicial más su primer mes de asignación.
Una vez más la felicito por su logro. Por favor, acepte los mejores deseos de todo el Pacific Northwest Trust por su futura carrera universitaria.
Sinceramente,
I. Randall
El enfado no era problema.
Miré en el sobre, y bastante segura, había un cheque dentro.
— ¿Quién es esta gente? —gruñí entre mis dientes apretados, arrugando la carta con una mano, en una apretada pelota.
Con furia busqué mi papelera para encontrar el número de teléfono del señor I. Randall. Sin preocuparme de que fuese de larga distancia -esto iba a ser una conversación realmente corta.
— ¡Oh, mierda! —silbé. La papelera estaba vacía. Charlie había sacado mi basura.
Tiré el sobre con el cheque sobre la cama y alisé la carta otra vez. Estaba en el papel de la compañía, con Departamento de Asignaciones de Becas Pacific Northwest escrito en verde oscuro cruzando la parte superior, pero no había más información, sin dirección, sin número de teléfono.
— ¡Mierda!
Caí desanimada sobre el borde de mi cama e intenté pensar con claridad. Obviamente, ellos me ignoraban. No podía haber dejado mis sentimientos más claros, así que esto no era una mala comunicación. Probablemente daría igual si llamase.
Así que sólo había una cosa que hacer.
Volví a arrugar la carta, destrozando el sobre con el cheque, también, y me moví sigilosamente escaleras abajo.
Charlie estaba en la sala de estar, con la televisión a todo volumen.
Fui al fregadero de la cocina, y tiré las bolas de papel en él. Después registré nuestro cajón de varios trastos hasta que encontré una caja de cerillas. Encendí una, y la empujé cuidadosamente en una grieta del papel. Encendí otra, e hice lo mismo. Casi fui a por la tercera, pero el papel estaba ardiendo muy alegremente, así que realmente no la necesitaba.
— ¿Bella? —Llamó Charlie por encima del sonido de la televisión.
Abrí rápidamente la llave del grifo, teniendo una sensación de satisfacción mientras la fuerza del agua rompía las llamas en una sustancia pegajosa, lisa y grisácea.
— ¿Sí, papá? —Empujé las cerillas de nuevo al cajón, y lo cerré rápidamente.
— ¿Hueles humo?
— No, papá.
— Mmm…
Aclaré el fregadero, asegurándome de que toda la ceniza se había ido por el desagüe.
Volví a mi habitación, sintiéndome un poco más tranquila. Podían enviarme todos los cheques que quisiesen. Pensé gravemente. Siempre podía conseguir más cerillas cuando se agotasen.
Escena Cuatro:
Durante el periodo de tiempo que Jacob la evitaba
En el umbral de la puerta había un paquete de FedEx. Lo cogí con curiosidad, esperando un remite desde Florida, pero fue enviado desde Seattle. No había enumerados remitentes fuera de la caja.
Estaba dirigido a mí, no a Charlie, así que lo puse sobre la mesa y rasgué la lengüeta que atravesaba el cartón para abrirlo.
Tan pronto como vi el logotipo del Pacific Northwest Trust, sentí como si la gripe estomacal estuviese volviendo. Caí en la silla más cercana sin mirar la carta, la furia se estaba construyendo lentamente.
No pude ni traerla para leerla, aunque no estaba lejos. Lo saqué, puse mi cara sobre la mesa, y miré detrás de la caja con reticencia, para ver qué había en el fondo. Era un abultado sobre manila. Debía abrirlo, pero estaba tan enfurecida que lo tiré fuera de todos modos.
Mi boca era una línea dura mientras rasgaba a través del papel sin molestarme en abrir la solapa. Tenía bastante con lo que tratar en ese momento. No necesitaba el recuerdo o la irritación.
Estaba impresionada, y de todas formas todavía sorprendida. Qué podría ser esto -tres delgados montones de facturas, colocadas ordenadamente con anchas gomas. No tenía que mirar los valores. Sabía exactamente cuánto estarían tratando de forzar en mis manos. Serían treinta mil dólares.
Levanté el sobre cuidadosamente como una rosa y giré para dejarlo caer en el fregadero. Las cerillas estaban justo en la parte superior del cajón de varios, justo donde las había dejado antes. Saqué una y la encendí.
Ardía cada vez más cerca de mis dedos mientras miraba fijamente el odioso sobre. No podía hacer que mis dedos la dejaran caer. Agité la cerilla fuera antes de que me quemase, mi cara se retorcía en un gesto de disgusto.
Cogí la carta de la mesa, arrugándola en una pelota y lanzándola al otro fregadero, encendí otra cerilla y la empujé en el papel, mirando con severa satisfacción mientras ardía. Un pequeño fuego. Alcancé otra cerilla. De nuevo, ardió cerca de mis dedos antes de que la tirase a las cenizas de la carta. No me podía causar a mí misma acabar de quemar treinta mil dólares.
Así que, ¿qué iba a hacer con esto? No había dirección para devolverlo, estaba bastante segura de que la compañía no existía realmente.
Y después se me ocurrió que tenía una dirección.
Metí el dinero de nuevo en la caja de FedEx, rompiendo la etiqueta por si alguien más lo encontraba, sería imposible para ellos relacionarlo conmigo, y me dirigí de vuelta a mi camioneta, refunfuñando incoherentemente todo el camino. Me prometí a mí misma que haría algo especialmente imprudente con mi motocicleta esta misma semana. Comenzaría a saltar peligrosamente si debía.
Odiaba todas las pulgadas de conducción mientras atravesaba los tenebrosos árboles, apretando mis dientes, hasta que me estaba doliendo la mandíbula. Las pesadillas serían fuertes esta noche, me preguntaba. Los árboles abrían en los helechos, y conducía enfurecidamente a través de ellos, permitiéndome una doble línea de aplastados tallos rezumando detrás de mí. Paré delante de las escaleras, dejándolo en punto muerto.
La casa parecía la misma, dolorosamente vacía, muerta. Sabía que estaba proyectando mis propios sentimientos sobre su apariencia, pero eso no cambia la manera en que la veía. Cuidadosa de no mirar a través de las ventanas, caminé a la puerta principal. Deseé desesperadamente durante un solo minuto ser un zombi otra vez, pero la insensibilidad estaba caducada hacía tiempo.
Coloqué la caja en el umbral de la casa abandonada y giré para irme.
Paré en el escalón superior, no podía dejar solo un montón de dinero en efectivo delante de la puerta. Eso era casi tan malo como quemarlo.
Con un suspiro, bajé mis ojos, y cogí la ofensiva caja. Quizá pudiese solo donarlo anónimamente para una buena causa. Una caridad para la gente con enfermedades sanguíneas, o algo así.
Pero estaba sacudiendo mi cabeza mientras volvía al interior de mi camioneta. Era su dinero, y maldita sea, no lo conservaría. Si lo hubiesen robado de su porche, sería culpa suya, no mía.
Mi ventana estaba abierta, y antes de irme, tiré la caja tan fuerte como pude hacia la puerta. Nunca tuve buena puntería. La caja golpeó fuerte contra la ventana delantera, haciendo un agujero tan grande que parecía que había lanzado una lavadora.
— ¡Oh, mierda! —grité fuerte, cubriendo mi cara con las manos.
Debería haber sabido que no importaba qué hiciese, sólo haría las cosas peor.
Afortunadamente el enfado se reafirmó a sí mismo después. Esto era culpa suya, me recordaba a mí misma. Sólo lo estaba devolviendo a su propietario. Era su problema que hubiera estado haciendo tal tarea. Además, el sonido demoledor del cristal era la clase de frío, que me hacía sentir una pequeña parte mejor de una forma perversa.
Realmente no me convencí a mí misma, pero saqué la camioneta de punto muerto y conduje fuera a pesar de todo.
Esto era como cerrar como podía venir enviando el dinero de vuelta a donde pertenecía. Y ahora tenía un conveniente paso para dejar caer la caja con el dinero del plazo del próximo mes. Era lo mejor que podía hacer.
Lo repasé unas cien veces después de dejar la casa. Fui a por el listín telefónico buscando cristaleros, pero no había extraños para pedir ayuda. ¿Cómo explicaría la dirección? ¿Tendría Charlie que arrestarme por vandalismo?
Escena Cinco:
La primera noche que Alice vuelve después de ver a Bella «suicidarse»
— ¿No quiso Jasper venir contigo?
— No aprobaba mi interferencia.
Olfateé.
— No eres la única.
Se puso tensa, pero enseguida se relajó.
— ¿Tiene esto algo que ver con el agujero en la ventana delantera de mi casa y la caja repleta de billetes de cien dólares en el suelo de la sala de estar?
— Sí —dije enfadada.— Siento lo de la ventana. Fue un accidente.
— Esto no es solo cosa tuya, ¿verdad? ¿Qué hizo él?
—Algo llamado Pacific Northwest Trust me concedió una muy extraña y persistente beca. No era un disfraz verdadero. Quiero decir, no puedo imaginar que él quisiera que supiese que era él, pero espero que no piense que soy estúpida.
— ¿Por qué? ¡Agh, ese gran tramposo! —murmuró Alice.
— Exactamente.
— Y él me dijo que no mirase. —Sacudió su cabeza con irritación.
Escena Seis:
Con Edward la noche después de Italia, en la habitación de Bella
— ¿Hay una razón por la que el peligro no te puede resistir más que yo?
— El peligro no lo intenta —murmuré.
— Por supuesto, suena como si estuvieses buscando el peligro fuera. ¿Qué estabas pensando, Bella? Identifiqué en la cabeza de Charlie el número de veces que has estado en la sala de urgencias recientemente. ¿Mencioné lo furioso que estoy contigo?
Su tranquila voz sonaba más dolorida que furiosa.
— ¿Por qué? Eso no es asunto tuyo —dije, avergonzada.
— En realidad, recuerdo específicamente que prometiste no hacer nada imprudente.
Mi respuesta fue rápida.
— ¿Y no prometiste tú algo sobre no interferir?
— Siempre y cuando tú no cruzaras la línea,… —calificó con cuidado.— mantendría mi parte del trato.
— ¡Oh! ¿Así que es eso? Tres palabras Edward: Pacific Northwest Trust.
Levantó su cabeza para mirarme; su expresión era toda confusión e inocencia, demasiada inocencia. Era un regalo de muerte.
— ¿Se supone que eso tiene que significar algo para mí?
— ¿Me estás insultando? —me quejé.— ¿Cómo de estúpida piensas que soy?
— No tengo ni idea de qué estás hablando —dijo, con los ojos abiertos.
— Cualquiera —refunfuñé.
Escena Siete:
Las conclusiones de la historia,
la misma madrugada, cuando llegaron a la casa de los Cullen para la votación…
De repente, la luz del porche se encendió, y pude ver a Esme esperando en el umbral. Su ondulado pelo color caramelo estaba echado hacia atrás y tenía alguna clase de recogedor en la mano.
— ¿Está todo el mundo en casa? —pregunté esperanzadamente mientras subíamos las escaleras.
— Sí, están.
Mientras hablaba, las ventanas se llenaron de luz. Examiné la más cercana para ver quién nos había advertido, pero la cacerola plana de fango grueso y gris en el taburete en frente de ella captó mi vista. Miré la lisa perfección del vidrio, y comprendí qué estaba haciendo Esme en el porche delantero con el recogedor.
— ¡Oh, dispara Esme! ¡Siento realmente lo de la ventana! Iba a…
— No te preocupes por eso —interrumpió con una sonrisa.— Alice me contó la historia, y tengo que decir, que no te habría culpado por hacerlo a propósito. —Deslumbró a su hijo, el cual me estaba deslumbrando a mí.
Levanté una ceja. Él apartó la mirada y murmuró algo impreciso acerca de caballos regalados.
La Llamada
- Extras de Luna Nueva / Según Edward -
Paralelo al Capítulo 18 - “El Funeral”, de Luna Nueva. Trata de la visión de Edward de la llamada que recibe de Rosalie diciéndole que Bella se ha suicidado.
El teléfono sonó de nuevo en mi bolsillo. Era ya la vigésima quinta vez que sonaba en veinticuatro horas. Barajé la opción de abrir la tapa del teléfono, al menos para ver quién estaba intentando contactar conmigo. Tal vez se trataba de algo importante. Quizá Carlisle me necesitaba.
Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví.
No estaba muy seguro de dónde me encontraba. Algún ático oscuro y claustrofóbico, lleno de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban y las ratas se mantenían lejos de mí. El aire era espeso, con un fuerte aroma a aceite quemado, carne rancia, sudor humano y la cercana y sólida capa de polución que era realmente visible en el aire húmero, como una película negra que lo cubría todo. Debajo de mí, cuatro pisos de un malogrado edificio vibraban con vida, formando parte de mí. No me molesté en separar los pensamientos de las voces, generaban un gran y alto clamor en español que no escuchaba. Tan sólo dejé que los sonidos pasarán sobre mí. Sin sentido. Todo era insignificante. Mi propia existencia no tenía sentido.
El mundo entero no tenía sentido.
Con mi frente presionaba contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo sería capaz de seguir así. Quizá era inútil. Quizá, si mi intento estaba condenado al fracaso de cualquier modo, debería dejar de torturarme a mí mismo y volver….
La idea era tan poderosa, tan saludable… como si las palabras contuvieran una fuerte anestesia, llevándose la montaña de dolor bajo la que estaba enterrado… eso me hizo jadear, mareándome.
Podría salir ahora, podría volver.
La cara de Bella, siempre detrás de mis párpados, me sonreía.
Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no tenía el afecto que mi subconsciente probablemente intentaba darle.
Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en comparación con su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de cualquier tipo de miedo y de peligro. Libre del deseo de un futuro eterno y sin alma. Ella merecía algo mejor que eso. Cuando dejara este mundo, iría a ese lugar que tan prohibido estaba para mí, sin importar mi conducta en este mundo.
La ida de esa separación definitiva era mucho más intensa que el dolor que ya tenía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que irse al lugar al que pertenecía y al que yo nunca podría ir, yo no podría quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber alivio.
Esa era mi esperanza, pero no había garantías.
— Dormir, quizás soñar. Ay, ahí está el problema —me dije a mí mismo. Incluso cuando fuera cenizas, ¿podría de alguna forma sentir todavía la tortura de su pérdida?
Me estremecí de nuevo.
¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no aparecería por su vida de nuevo, llevando mis oscuros demonios a ella. No iba a romper mi palabra, no volvería a su mundo. ¿No podría hacer algo bien por ella? ¿Algo?
La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblo que siempre sería mi verdadero hogar en este planeta, volvió a colarse en mis pensamientos.
Sólo para asegurarse. Sólo para ver si ella estaba bien y segura y feliz. No para interferir. Ella nunca sabría que yo estaba allí…
¡No! ¡Maldita sea! ¡No!
El teléfono vibró de nuevo.
— Mierda, mierda, mierda —gruñí.
Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil, observé el número, dándome el primer susto que había sentido en seis meses.
¿Por qué estaría llamándome Rosalie? Ella sería, probablemente, la que más estaba disfrutando con mi ausencia.
Algo debía ir realmente mal si necesitaba hablar conmigo. De repente, preocupado por mi familia, le di al botón de respuesta.
— ¿Qué? —pregunté con tensión.
— ¡Oh, vaya! Edward respondiendo al teléfono. Me siento tan honrada…
Tan pronto como oí su tono, supe que mi familia estaba bien. Sólo debía de estar aburrida. Era difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos como guía. Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos estaban normalmente basados en los más retorcidos sentidos de la lógica.
Colgué el móvil bruscamente.
— ¡Déjame en paz! —susurré para mí mismo.
Por supuesto, el teléfono volvió a sonar de nuevo.
¿Estaría llamando hasta que me dijera lo que estuviera planeando para molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta cansarse de este juego. Le di vueltas a la idea de dejar que machacara el botón de rellamada durante el próximo medio año… y entonces suspiré y respondí de nuevo.
— Ve directa al grano.
Rosalie me lanzó de sopetón las palabras.
— Pensé que querrías saber que Alice está ahora mismo en Forks.
Abrí los ojos y miré fijamente las vigas de madera podrida que había a tres centímetros de mi cara.
— ¿Qué? —Mi voz era monótona, sin emoción.
— Ya sabes cómo es Alice, piensa que lo sabe todo. Como tú. —Rosalie se rió entre dientes sin gracia. Su voz tenía un deje nervioso, como si de repente no estuviera segura acerca de lo que iba a hacer.
Pero mi rabia hacía difícil que me preocupara cuál era el problema de Rosalie.
Alice me había jurado que seguiría mi decisión en relación a Bella, aunque no estuviera de acuerdo con ella. Me había prometido que dejaría a Bella sola… tanto como yo lo hiciera. Claramente, ella había pensado que yo sucumbiría al dolor. A lo mejor ella tenía razón acerca de eso.
Pero yo no lo había hecho. Aún. Así que ¿qué estaba haciendo en Forks? Quería retorcer su delgado cuello. Seguramente Jasper no me permitiría acercarme a tanto a ella, una vez que captara el atisbo de rabia que manaba de mí…
— ¿Sigues ahí, Edward?
No respondí. Pellizqué el puente de mi nariz con mis dedos, preguntándome si era posible para un vampiro tener migraña.
Por otro lado, si Alice había vuelto ya…
No. No. No. No.
Yo había hecho una promesa. Bella merecía una vida. Había hecho una promesa. Bella merecía una vida.
Me repetí a mi mismo esas palabras como si fueran un mantra, intentando limpiar mi cabeza de la seductora imagen de la oscura ventana de Bella. La puerta de entrada a mi único santuario.
No había duda de que tendría que arrastrarme, suplicar, si volvía. No me importaba eso. Podría pasar felizmente la próxima década sobre mis mi rodillas si estuviera con ella.
No. No. No.
— ¿Edward? ¿Ni siquiera te importa por qué Alice está aquí?
— No particularmente.
La voz de Rosalie se volvió entonces un poco petulante, encantada, sin duda, de haberme sonsacado una respuesta.
— Bueno, por supuesto, ella no está rompiendo las reglas, exactamente. Quiero decir, bueno, tú sólo nos advertiste de que estuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa.
Parpadeé lentamente. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos dieron vueltas acerca de esa inesperada idea. Ella no se había graduado aún, así que debía haber vuelto con su madre. Eso era bueno. Ella debería vivir en un sitio soleado. Era bueno que hubiera sido capaz de pasar página.
Intenté tragar, pero no pude.
Rosalie soltó una risa nerviosa.
— Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice.
— ¿Entonces por qué me llamas Rosalie, si no es para meter a Alice en líos? ¿Por qué me molestas? ¡Agh!
— ¡Espera! —dijo ella, notando, correctamente, que iba a colgar de nuevo.— ¡Esa no es la razón por la que te he llamado!
— ¿Entonces por qué? ¡Dímelo rápidamente y luego déjame en paz!
— Bueno… —Rosalie dudó.
— ¡Suéltalo de una vez, Rosalie! ¡Tienes diez segundos!
— Creo que deberías volver a casa… —Rosalie dijo deprisa.— Estoy cansada de ver a Esme tan afligida y a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte avergonzado de lo que les has hecho. Emmett te echa de menos todo el tiempo y me está poniendo de los nervios. Tienes una familia. Madura de una vez y piensa en algo más que en ti mismo.
— Interesante consejo, Rosalie. Déjame contarte una pequeña historia sobre una sartén y un cazo….
— Estoy pensando en ellos, al contrario que tú. ¿No te importa cuánto has herido a los demás? ¿Al menos te importa lo que ha sufrido Esme? Ella te quiere más que al resto de nosotros y tú lo sabes. ¡Vuelve a casa! —No respondí.— Pensé que una vez este asunto de Forks estuviera terminado, lo superarías.
— Forks nunca fue el problema, Rosalie —dije, intentando ser paciente. Lo que había dicho de Esme y Carlisle había calado hondo.— Sólo porque Bella… -era duro decir su nombre en voz alta- …se haya ido a Florida, no significa que yo sea capaz de… Mira, Rosalie. Lo siento mucho, de verdad, pero créeme, nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí.
— Mmm…
Allí estaba de nuevo, esa vacilación nerviosa de nuevo.
— ¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Está bien Esme? ¿Es Carlisle…?
— Ellos están bien. Es sólo que… bien, yo nunca dije que Bella se hubiera mudado.
No hablé. Rememoré nuestra conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie había dicho que Bella se había mudado. Ella había dicho: …tú sólo nos advertiste de que estuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa. Y entonces: Pensé que una vez que este asunto de Forks estuviera terminado… Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces? ¿Bella no se había mudado?
Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, con un tono más enfadado esta vez.
— Ellos no quieren que te lo diga, pero creo que es estúpido. Cuanto antes lo superes, antes volverán las cosas a la normalidad. ¿Por qué dejarte andar deprimido por oscuras esquinas de todo el mundo cuando no hay necesidad para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos ser una familia de nuevo. Se ha terminado.
Mi mente parecía estar rota. No podía encontrar sentido a sus palabras. Era como si hubiera algo muy, muy obvio que me estaba contando, pero no tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro barajaba la información, haciendo extraños enlaces entre ella. No tenía sentido.
— ¿Edward?
— No entiendo lo que lo estás diciendo, Ros.
Una larga pausa, equivalentes a varios latidos de corazón humano.
— Está muerta, Edward.
Hubo una pausa aún más larga.
— Yo… lo siento. Tienes todo el derecho a saberlo, vamos, eso creo. Bella… se tiró de un acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado tarde para hacer nada. Creo que la hubiera ayudado aunque hubiera roto su palabra, si hubiera tenido tiempo. Volvió para ver que podía hacer por Charlie. Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre por él…
El teléfono enmudeció. Me llevó unos pocos segundos darme cuenta de que había sido yo el que lo había apagado.
Me senté en la polvorienta oscuridad durante un rato, el espacio se había congelado. Era como si el tiempo se hubiera terminado. Como si el universo se hubiera detenido.
Lentamente, poco a poco, fui moviéndome como un hombre viejo. Volví a coger el teléfono y marqué el único número al que me había prometido a mí mismo no volver a llamar nunca.
Si lo cogía ella, colgaría. Si era Charlie, conseguiría la información que necesitaba engañándolo. Comprobaría que la pequeña y enfermiza broma de Rosalie era falsa y volvería a mi estado anterior, la nada.
— Residencia Swan…, —respondió una voz que nunca había oído. Una voz ronca de hombre, profunda, pero todavía juvenil.
No me paré a pensar en las implicaciones de aquello.
— Soy el Dr. Carlisle Cullen —dije, imitando perfectamente la voz de mi padre.— ¿Puedo hablar con Charlie, por favor?
— Él no está aquí —respondió la voz, sorprendiéndome del oír enfado en su voz. Las palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba.
— Bien, ¿dónde está entonces? —pregunté, impacientándome.
Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta información.
— Está en el funeral —respondió finalmente el chico.
Apagué de nuevo el teléfono.
Error de cálculo
- Extras de Luna Nueva / Narrado por Rosalie -
Una historia divertida. Realmente escribí este fragmento como una broma. Leí en la web “Twilight Fanfiction”acerca del concurso “Ponte en mi lugar” y le mencioné a «Alphie» (de Lexicon) que quizá podría participar con algo, sólo para divertirme. Me dijo que nunca funcionaría, «Pelirroja» detectaría que era yo inmediatamente. Pero le aposté que «Pel» no me cogería y «Alphie» apostó que sí. Así que escribí esta pequeña parte de “Luna Nueva” desde el punto de vista de Rosalie (¡fue una experiencia bastante interesante estar en la cabeza de Rosalie!) y la envié, conteniendo la risa. Al final, la broma se volvió en mi contra. Mi envío se perdió en el ciberespacio y «Pel» nunca la vio. Por lo que imagino que «Alphie» y yo nunca tendremos una solución para nuestra apuesta…. a no ser que la web tenga otro concurso…
Aquí está mi broma fallida, la llamada telefónica entre Alice y Rosalie al principio del Capítulo 19 – “La Carrera”, de “Luna Nueva”.
Stephenie Meyer
Un minúsculo sonido –no aquí, a unos cientos de metros al norte– me hizo saltar. Mi mano se aferró automáticamente al teléfono, manteniéndolo cerrado y escondiéndolo de la vista en el mismo movimiento.
Coloqué mi pelo sobre mi hombro, y eché una ojeada a hurtadillas al bosque a través de las altas ventanas. El día era oscuro, nublado; mi propio reflejo era más brillante que los árboles y las nubes. Me quedé mirando fijamente mis grandes y asustados ojos, mis labios con las comisuras hacia abajo, la pequeña arruga vertical de mi frente…
Fruncí el ceño, borrando la expresión de culpabilidad y sustituyéndola por una de desdén. Desdén atractivo. De forma ausente, noté como la fiera expresión se amoldaba a mi cara, contrastando agradablemente con el dorado de mis espesos rizos. Al mismo tiempo, mis ojos buscaron a través del vacío bosque de Alaska y me hicieron ver que aún estaba sola. El sonido no había sido nada, un pájaro o una ráfaga de brisa.
No había necesidad de alivio, me dije a mí misma. No hay necesidad de culpa. No he hecho nada malo.
¿Estaban los demás planeando no decirle nunca la verdad a Edward? ¿Dejarle sumido en la angustia para siempre en los sucios barrios bajos, mientras Esme se lamentaba y Carlisle intentaba adivinar cada una de sus decisiones y la alegría natural de ser de Emmet se veía sustituida por la soledad? ¿Cómo podía eso ser justo?
Además, no había forma de mantener un secreto sin que Edward lo supiera por mucho tiempo. Tarde o temprano él nos hubiera encontrado, hubiera venido a ver a Alice o Carlisle por alguna razón y entonces hubiera descubierto la verdad. ¿Nos hubiera agradecido que le hubiéramos mentido con nuestro silencio? Apenas. Edward siempre tenía que saberlo todo; él vivía para saberlo todo. Hubiera tenido una enorme rabieta, y se hubiera enfadado mucho por el hecho de que hubiéramos mantenido la muerte de Bella en secreto. Cuando se hubiera calmado y superado su enfado probablemente me de las gracias por ser la única lo suficientemente valiente como para ser honesta con él.
En la lejanía, un halcón dio un alarido; el sonido me hizo saltar y mirar por la ventana de nuevo. Mi cara mantenía la misma expresión culpable de antes y me miré con el ceño fruncido a mí misma en el cristal.
Bien, así que tenía mi propia agenda. ¿Era algo tan malo querer que mi familia estuviera junta de nuevo? ¿Era tan egoísta echar de menos la paz de cada día, la felicidad anterior que había creído garantizada, la felicidad que Edward parecía haberse llevado con él?
Yo sólo quería que las cosas fueran como antes. ¿Era eso malo? No parecía tan horrible. Después de todo, no había hecho esto solo por mí, sino por todos. Esme, Carlisle y Emmett.
No tanto por Alice, aunque yo hubiera asumido… Pero Alice había estado segura de que las cosas al final se resolverían –que Edward sería incapaz de mantenerse lejos de su pequeña novia humana– que no se había preocupado. Alice siempre había funcionado en un mundo diferente al del resto de nosotros, encerrada en su siempre cambiante realidad. Ya que Edward era el único que podía participar en esa realidad yo había pensado que su ausencia sería más dura para ella. Pero ella estaba tan segura como siempre, viviendo el futuro, con su mente en un tiempo que su cuerpo no había alcanzado aún. Siempre tan tranquila.
Había estado suficientemente desesperada cuando vio a Bella saltar, aunque…
¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado pronto?
Debería ser también honesta conmigo misma porque Edward vería cada pedazo de mezquindad en mi decisión tan pronto como llegara a casa. Podría también conocer mis malos motivos, aceptarlos ahora.
Sí, estaba celosa de la forma en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido Alice tan rápidamente si hubiera sido yo a quien hubiera visto saltando de un acantilado? ¿Quería a esa chica humana tan común mucho más que a mí?
Pero esos celos eran sólo una pequeña parte. Podrían haber acelerado mi decisión pero no la controlaban. Hubiera llamado a Edward de todas formas. Estaba segura de que él prefería mi franca honestidad más que la decepción amable de los otros. Su amabilidad estaba garantizada; Edward hubiera venido a casa al final.
Y ahora él podría venir a casa antes.
No era sólo la alegría de mi familia lo que yo echaba de menos.
Sinceramente, también echaba de menos a Edward. Echaba de menos sus pequeños y cortantes comentarios, el humor negro que estaba más en armonía con mi propio sentido del humor que con la naturaleza alegre y bromista de Emmett. Echaba de menos la música – su estéreo emitiendo su último descubrimiento de música alternativa, y el piano, el sonido de Edward llevando sus generalmente remotos pensamientos hacia la transparencia a través de las canciones. Le echaba de menos tarareando en el garaje a mi lado mientras tuneábamos los coches, la única vez en la que estábamos perfectamente sincronizados.
Echaba de menos a mi hermano. Seguramente no me juzgaría demasiado duramente cuando viera todo esto en mis pensamientos.
Sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes viniera a casa, antes podríamos volver a la normalidad de nuevo…
Busqué en mi mente alguna pena por Bella y me complació encontrar que había llorado por ella. Un poco. Por esto, al menos: ella había hecho a Edward feliz de una forma que nunca había visto antes en él. Por supuesto, también le había hecho más miserable que cualquiera en su siglo de vida. Pero echaría de menos la paz que ella le había dado durante esos pocos meses. Podía lamentar sinceramente su pérdida.
Este conocimiento me hizo sentir mejor a mí misma, complaciente. Sonreí a mi cara en el cristal, enmarcada contra mi pelo rubio y los muros de cedro rojo del grande y acogedor cuarto de estar de Tanya y disfruté de la vista. Cuando yo sonreía no había mujer u hombre en este planeta, mortal o inmortal, que pudiera igualarme en belleza. Era un pensamiento reconfortante. Quizás yo no era la persona más fácil para convivir. Quizás era superficial y egoísta. Quizás hubiera desarrollado un mejor carácter si hubiera nacido con una cara común y un cuerpo aburrido. Quizás hubiera sido más feliz de esa manera. Pero eso era imposible de comprobar. Yo tenía mi belleza; era algo con lo que podía contar.
Sonreí más ampliamente.
El teléfono sonó y automáticamente apreté mi mano, aunque el sonido venía de la cocina, no de mi puño.
Pensé al principio que era Edward. Llamando para confirmar la información que le había dado. No me creía. Aparentemente me vio lo bastante cruel como para hacer una broma con esto. Fruncí el ceño mientras entraba en la cocina para responder el teléfono de Tanya.
El teléfono estaba al final de la larga encimera. Lo cogí antes de que el primer ring hubiera terminado y volví la cara hacia las puertas francesas a la vez que respondía. No quería admitirlo pero sabía que estaba esperando el regreso de Jasper y Emmett. No quería que me oyeran hablar con Edward. Se enfadarían…
— ¿Si? —pregunté.
— Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo —dijo Alice rápidamente.
— ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué…?
— Bien, que me llame en cuanto vuelva.
— ¿Qué pasa? Le buscaré ahora mismo y haré que te llame…
— No —Alice interrumpió de nuevo— Estaré en un avión. Oye, ¿has sabido algo de Edward?
Fue extraño como mi estómago se retorció, parecía estar cayendo más bajo de mi abdomen. El sentimiento vino con un extraño dèjá vu, un leve retazo de una memoria humana hace mucho perdida. Náuseas…
— Bueno,… Sí, Alice. Realmente sí. Hablé con Edward. Hace tan solo unos minutos. —Durante un breve segundo barajé la idea de pretender que Edward me había llamado, sólo una simple coincidencia. Pero por supuesto no tenía sentido mentir. Edward iba a darme suficientes problemas cuando regresara a casa.
Mi estómago continuó prieto de forma extraña, pero lo ignoré. Decidí enfadarme. Alice no debería tratarme así. Edward no quería mentiras; él quería la verdad. Estaría de acuerdo conmigo cuando viniera a casa.
— Tú y Carlisle estabais equivocados —dije.— Edward no apreciaría la mentira. El quería la verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé… Le llamé un montón de veces. —admití.— Hasta que cogió el teléfono. Un mensaje hubiera estado… mal.
— ¿Por qué? —exclamó Alice— ¿Por qué hiciste eso, Rosalie?
— Porque cuanto antes supere esto antes volverán las cosas a la normalidad. El tiempo no facilitaba las cosas, así que, ¿por qué evitarlo? El tiempo no va a cambiar nada. Bella está muerta. Edward lo pasará mal y luego se recuperará. Mejor que empiece ahora que más tarde.
— Bien, estás equivocada en las dos cosas, aunque, Rosalie, era fácil suponer que iba a ser un problema ¿a que sí? —preguntó Alice en un tono violento y cruel.
¿Equivocada en ambas cosas? Parpadeé rápidamente, intentando comprender.
— ¿Bella está aún viva? —susurré, sin creerme mis palabras. Sólo intentando averiguar a qué cosas se estaba refiriendo Alice.
— ¡Sí, exacto! Ella se encuentra perfectamente bien…
— ¿Bien? ¡La viste saltar de un acantilado!
— Estaba equivocada.
Las palabras sonaban tan extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca se equivocaba, a quien nada la pillaba por sorpresa…
— ¿Cómo? —susurré.
— Es una larga historia.
Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho…
— Bien, has provocado un desastre —gruñí, convirtiendo mi disgusto en acusación.— Edward va a estar furioso cuando vuelva a casa.
— En eso también te equivocas —dijo Alice. Podía decir que estaba hablando entre dientes.— Esa es la razón por la que llamo…
— ¿Equivocada en qué? ¿Sobre Edward volviendo a casa? Por supuesto que vendrá —me reí mofándome.— ¿Qué? ¿Piensas que va a convertirse en un Romeo? ¡Ja! Como algo estúpido, romántico…
— Sí —bufó Alice, su voz era como el hielo.— Eso es exactamente lo que vi.
La fuerte convicción de sus palabras hizo que sintiera mis rodillas extrañamente inseguras. Agarré una viga de madera de cedro para apoyarme, apoyar mi cuerpo duro como el diamante.
— ¡No! El no es tan estúpido. El… debe darse cuenta de que…
Pero no pude terminar la frase porque pude ver en mi cabeza, una visión de mi propiedad. Una visión de mí misma. Una visión impensable de mi vida si de alguna manera Emmett dejara de existir. Me estremecí por el horror de la idea.
No, no había comparación. Bella era sólo un ser humano. Edward no quería que ella fuera inmortal así que no era lo mismo. ¡Edward no podía sentir lo mismo!
— Yo… ¡Yo no quería algo así, Alice! ¡Yo sólo quería que él volviera a casa! —Mi voz era casi un aullido.
— Es un poco tarde para eso, Rose —dijo Alice, más dura y fría que antes.— Guarda tus remordimientos para alguien que los crea.
Hubo un clic y luego un pitido.
— No —susurré. Sacudí mi cabeza lentamente durante un momento.— Edward tiene que volver a casa.
Miré fijamente mi cara en el panel de cristal de la puerta francesa, pero no pude verla más. Era sólo una mancha amorfa de blanco y dorado.
Entonces, a través de la mancha, muy lejos en los distantes bosques, un enorme árbol se tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto del bosque.
Emmett.
Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente dando un golpe en la pared, pero el sonido estaba lejos, detrás de mí, cuando me sumergí en el verde bosque, corriendo a gran velocidad.
— ¡Emmett! —grité— ¡Emmett, ayúdame!
Resumen de Jacob
- Extras de la Saga / Narrado por Jacob -
Aquí está un breve resumen de la historia, según la visión de Jacob Black. Desde que conoce a Bella (“Crepúsculo”) hasta que se da cuenta de que es ella quien quiere cambiar, quiere ser un vampiro y así romper el Tratado (“Eclipse”).
Stephenie Meyer
Así que eres un chico feliz. Tienes algunos buenos amigos, tu padre es bastante guay, incluso aunque sea un poco supersticioso. Llevas bastante bien el colegio –no tienes que trabajar demasiado duro. Tienes un montón de libertad. Te gustan todas las cosas mecánicas.
Un día, la hija del mejor amigo de tu padre aparece. Es realmente preciosa al estilo de «la vecina de al lado», pero más que eso, conectas inmediatamente con ella. Espíritus afines. Bella pasa de todos sus amigos del colegio, parece totalmente interesada en todo aquello que dices. Te quedas hechizado inmediatamente, pero sabes que ella está fuera de tu alcance. Ella es mayor, tu un novato -olvídate. Aún así piensas en ella un montón. A lo mejor algún día, te dices a ti mismo.
Por supuesto, ahora estás mucho más interesado en cualquier cosa que tu padre tiene que decir sobre Charlie. Presionas a tu padre para que esté de acuerdo con Charlie sobre el asunto de los Cullen. En tu cabeza, Billy está equivocado. Le urges para que se disculpe. Al final, lo hace. Quiere ir a ver un partido y tú accedes. Alguien tiene que conducir. (Sabes que no estás engañando a nadie –Billy ve totalmente a través de ti).
Así que ves a Bella con un tío en un coche fantástico (el coche es la primera cosa que ves. Ha tenido toneladas de trabajo encima –nada de fábrica. Estás impresionado). Estás suficientemente seguro de tu masculinidad para admitir que el chico es realmente guapo. Perspicaz como eres, puedes ver las chispas entre ellos. Suspiras –siempre has sabido que ella estaría pillada pronto. Pero las relaciones de la escuela terminan, así que niegas su importancia. Te preguntas quién es (conoces a todo el mundo de los alrededores) y porqué tu padre está actuando de forma tan extraña.
Tienes la oportunidad de hablar con Bella y vuelve a estar bien. Estás realmente cómodo con ella. Preguntas sobre el chico y resulta que es un Cullen, y es cuando comprendes la reacción de Billy. Pasas una noche agradable con ella, excepto por el hecho de que parece bastante distraída y lleva un perfume que no te gusta nada.
Llegas a casa y tu padre está fuera de sí. Está llamando a todos sus supersticiosos amigos. Puedes decir (escuchando a hurtadillas desde tu cuarto) que le están diciendo que no es asunto suyo. Estás de acuerdo, pero Billy no pregunta tu opinión. Tu padre piensa que ese tío es literalmente alguna clase de monstruo –es tan embarazoso...
Billy va de nuevo a ver a Charlie, está realmente disgustado con Bella. Está muy tenso y adivinas (masculla cuando está agitado) que piensa que el chico está violando ese legendario tratado. Medio consideras el mencionar que le contaste a Bella las historias pero sabes que tendrías problemas así que no dices nada.
Ves a Bella con su novio de nuevo. Obviamente, es su novio –la besa en el cuello antes de que ella entre en la casa. Billy casi tiene un ataque al corazón. Oh, cierto –vampiros. El viejo va a humillaros a ambos. Te preguntas porqué el novio sólo se sienta allí en la camioneta…
Estas más triste de lo que pensabas que estarías. Pensabas que ya habías aceptado que Bella tenía un novio pero esta prueba es más deprimente de lo que esperabas. La diferencia entre sospechar algo y verlo por ti mismo. Suspiras. Tu padre te envía fuera con una excusa y te das cuenta tarde de que él quería hablar con Bella a solas. Esperas que no pareciera un loco.
La vida sigue. Te medio enamoras de alguna chica en el colegio, pero se te pasa rápidamente. Todavía piensas en Bella un montón. Te gustaría sólo poder salir con ella pero tu padre sigue siendo un idiota acerca del asunto de los Cullen. No te permitirá ir a visitarla. Como si fueras a terminar herido o algo. Pones los ojos en blanco un montón cuando piensas en él.
Bella se ha ido de casa. Cuando Billy te lo cuenta, te duele. Te preocupas por ella –te mantiene despierto por la noche. No tienes ni idea de que ella fuera tan infeliz. Estás enfadado por permitir que Billy te impidiera verla. Quizás deberías haberlo intentado de algún modo…
Entonces Charlie llama a Billy para decirle que Bella ha tenido un horrible accidente en Phoenix –se cayó a través de una ventana y está grave en el hospital. Las noticias son como un yunque cayendo en tu cabeza. Cuando Billy oye que el doctor Cullen está cuidando de ella, le suplica a Charlie que consiga un vuelo. Discuten de nuevo. Te ofreces a conducir hasta allí para comprobar cómo está ella y Billy te ataca de nuevo. Te vas pero te quedas enfurruñado en la parte trasera. Le oyes hablar por teléfono con alguien, gritando sobre tratados y guerras –no puedes oír bien a través de la puerta. Pero le oyes hablando con alguien acerca de los Cullen hiriendo a Bella, y también a Sam. Te preguntas porqué Sam Uley es parte de esta conversación. No te lo preguntas durante mucho. Estás demasiado preocupado por Bella.
Bella mejora y vuelve a casa. Te estás muriendo por verla –probablemente podrías llevarle algunas flores de “mejórate” al menos o algo. Pero Billy te prohíbe ir y no puedes conseguir que nadie te preste el coche (están del lado de Billy). No puedes creer cómo ha llegado tan lejos esta broma de los vampiros.
Entonces Billy cambia su forma de pensar. Quiere que vayas a ver a Bella. Pero quiere que vayas a su graduación. Estás mortificado. Sin embargo, te soborna y tú realmente quieres verla. Vas. Bella parece preciosa. Le das el embarazoso mensaje de Billy pero para tu alivio, ella se ríe contigo. Ves como mira a Edward Cullen y sabes que está completamente fuera de tu alcance. Pero estás bien porque también sabes que siempre será tu amiga. Quieres que sea feliz, y este tío claramente la hace feliz. Te sientes mal por los prejuicios que tiene tu padre hacia los Cullen y deseas que hubiera alguna forma suave para disculparse. Bella lleva ese perfume que te disgusta de nuevo. Te preguntas porqué le gusta.
Pasas un buen verano en La Push. Trabajas en tu garaje la mayor parte del tiempo, trabajas unas pocas horas de la semana en la tienda para tener algo de dinero extra y sales con Embry y Quil, vas en algunas citas de grupo. Una chica tiene una fijación contigo pero es sólo un asunto de amistad para ti. Billy está aún preocupado por Bella y no puedes evitar prestar especial atención cada vez que su nombre es mencionado. Hay una estúpida banda por la ciudad y tú y tus amigos os burláis de la pandilla de Sam a sus espaldas.
El colegio comienza de nuevo y todo es bastante normal.
Una noche, tarde, Billy recibe una llamada desesperada de Charlie. Bella ha desaparecido, cree que perdida en los bosques. Billy le promete ayuda. Ya estás en el umbral de la puerta pero Billy te dice que tú no. Estás tan desesperado que comienzas a hacer un recorrido de todas formas. No vuelves allí hasta las tres de la mañana y todo el mundo se está yendo. Te dicen que Bella está durmiendo así que no entras. Ves a Sam, Jared y Paul allí y eso te molesta. Mr. Weber te ofrece llevarte a casa cuando te ve caminando. El es el que te dice que los Cullen se han ido. La gente está ya cotilleando sobre ello. Edward dejó a Bella en los bosques, así es como ella se metió en problemas.
Al principio, tus emociones son confusas. Tienes que admitir que estás algo complacido, pero tratas de acallar esos sentimientos. Están mal –Bella deber ser infeliz. Esperas que lo esté llevando bien.
Entonces comienzas a enterarte de los detalles. Charlie está desesperado y llama a Billy un montón de veces para pedirle ayuda. Pero ninguna de tus hermanas pasó nunca por algo parecido a esto y Billy no puede ayudar mucho. Oyes como Bella se hunde, casi catatónica, sin comer ni dormir.
Empiezas a odiar a Edward Cullen. ¿Como pudo hacer esto a alguien tan bueno y amable? ¿Qué clase de monstruo es? Lamentas que alguna vez hayas querido disculparte con él.
Al mismo tiempo, estás extrañado de que la gente en La Push estén tan contenta acerca de la partida de los Cullen. Realmente te molesta. Están celebrando la misma cosa que mantiene así a Bella.
El tiempo pasa y Charlie está cada vez más preocupado. Billy no te ha prohibido más ir a ver a Bella pero instintivamente sabes que ella no quiere verte –no quiere ver a nadie. Intentas no preocuparte por ella pero es difícil con Billy mascullando sobre ella todo el tiempo.
— Es como un zombie —dice Charlie.— No ha sonreído desde que Edward se fue.
Los meses pasan. Un día oyes un motor familiar dirigiéndose hacia la casa. Apenas puedes creerlo pero Bella se ha detenido ahí. Estás eufórico hasta que la miras mejor. Parece estar peor de lo que habías imaginado. Ha perdido mucho peso y los círculos bajo sus ojos son negros. Su pelo parece más oscuro y su cara está mortalmente blanca. Parece como si pudiera partirse por la mitad. Pero entonces te mira y sonríe de verdad. Está feliz de verte. Es una pequeña cosa pero lo significa todo para ti.
Prestas atención a todo lo que ella dice y hace pero no de una forma que ella pueda notar. Comparas cómo esta ella con todo lo que has oído de boca de Charlie. Te cuenta algo sobre unas motocicletas y tú te emocionas. Eso es algo en lo que eres realmente bueno y te encantaría enseñarle cuanto. Parece completamente cómoda y tú te sientes de la misma forma. Es como si hubiera estado contigo cada día del pasado año –no tiene sentido que no la hayas visto en meses. Os compenetráis como siempre. Espíritus afines.
Empiezas a darte cuenta durante los siguientes días que hay algo más en lo que eres bueno aparte de los coches: puedes hacer feliz a Bella. No en la forma en que era feliz antes pero mucho mejor de lo que ha sido. Charlie y Billy están al teléfono todo el día y tú estás eufórico sabiendo que la estás ayudando. Cada día la ves mejor –sonriendo y riendo más, emocionándose con tus pequeños planes– y te sientes agradecido hasta lo más profundo de que puedas hacer esto por ella.
Ella no ha vuelto aún a la normalidad y te tomas sus pequeñas rarezas con calma. Parece estar reinventándose a sí misma y le das espacio para ello, sólo acompañándola y siguiéndola.
Las cosas con Bella van bien, pero si no fuera por ella tu vida apestaría. Embry se ha unido al loco culto de Sam y temes por él y estas furioso con él al mismo tiempo. No hablará contigo. Quil y tú intentáis imaginar que es lo que está pasando pero nada tiene sentido. Billy está exasperante sobre este asunto y te mira divertido todo el tiempo. Eso te hace sentir ansioso. Se lo cuentas a Bella y te hace sentir mejor porque se lo toma seriamente, también. Te abraza y tu corazón casi explota.
Por supuesto te das cuenta de que te estás enamorando. También sabes que ella no está preparada y que no piensa en ti de esa manera. Sabes cómo ser paciente, y mantienes los dedos cruzados para que algún día ella te mire de forma diferente. Estás encantado de que seas tan alto que no parezca que tengas dieciséis. Estás empezando a tener músculos sin ni siquiera levantar todas esas pesas como hace siempre Quil y eso también te hace feliz. Ella dijo que eras algo así como guapo…
Queda contigo y con su amigos de la escuela, pero los planes fallan y al final sólo sois Bella y tu y Mike Newton. Es fácil sentir la tensión. Te sientes bastante bien con lo que ves –a ella no le gusta ese chico. No está cómoda con él de la misma forma en que lo está contigo. Apenas habla con él. Estás disfrutando esa película horrorosa más que ninguna otra película que hayas visto nunca. Le gustas más tú. Es obvio.
Se pone enfermo. Le esperas con Bella y te sientes raro. Es extraño –te sientes completamente poderoso, lleno de confianza. Estás volando y te sorprendes a ti mismo con las cosas que le dices a ella. Es algo que surge de repente. Ella admite que eres su favorito aunque claramente sigue pensando en el idiota que rompió su corazón. Durante medio segundo, te invade esa rabia increíble de que cualquiera pudiera herirla tanto. Ójala pudieras matarle. Te sorprende esa emoción tan salvaje y rápidamente la dejas ir.
Llevas a Bella a casa y estás lleno de esperanza. Esto va a funcionar. Eres el único con el que se siente feliz. Te necesita. Estás haciendo todo lo que está en tu mano para mantenerla feliz. Se lo prometes. Te sientes genial. Sólo un poco más de tiempo…
Vas a casa y Billy no te quita ojo de encima, mirándote de esa manera tan irritante. Te sientes tenso, con los nervios de punta, como si tuvieras alfileres pinchándote por toda la piel. Las habitaciones parecen estar demasiado calientes –Bella dijo que tenía fiebre. Apenas puedes mantenerte de pie.
Billy dice que pareces raro, de forma crítica, y la misma rabia salvaje te atraviesa. Esta vez no puedes pararla. La sientes fuera de control, una ira tan fuerte que hace que tu cuerpo entero tiemble. Parte de ti sabe que tu reacción es estúpida pero la mayor parte de ti está poseída por la furia. Todo está caliente, es como si la habitación estuviera en llamas. Puedes sentir el calor dentro de tus huesos.
Y entonces, para tu horror, el temblor se vuelve peor y sientes que tu cuerpo se parte. Estás aterrorizado. Solo lleva un segundo pero es el segundo más largo de tu vida. Sientes que explotas y piensas que te estás muriendo.
Pero tu cuerpo se recoge a sí mismo antes de ello –no explotas en piezas. Estás en una nueva forma que no comprendes. Tu cabeza está golpeando el techo y miras hacia abajo a Billy desde una gran altura. El temblor ha parado pero la ira está aún ahí. Todo está rojo y caliente. Tratas de gritar a Billy, hacer que se explique, pero lo único que emites es un espantoso aullido. Das un paso hacia él y la habitación tiembla. Tus labios están retirados hacia atrás mostrando tu dentadura y puedes oír el gruñido y quieres agitar a Billy y exigirle una explicación de lo que te ha hecho. Te estiras hacia él y esta enorme pata con garras se mueve en lugar de tu mano. Miras hacia abajo, hacia ti mismo y un aullido de miedo sale a través de tu boca.
Billy te habla como si fueras un niño, despacio y suavemente, diciéndote que estés tranquilo, que todo va a estar bien. Pero no te dice lo que ha pasado –qué eres. Te enfada de nuevo el hecho de que no parezca sorprendido. ¿Estaba esperando esto? ¿Por qué no te avisó?
Billy va hacia el teléfono y llama a alguien. Tan pronto como oyes el nombre de Sam te vuelves loco. Sam sabía de esto. Gruñidos horribles llenan la casa. Billy parece atemorizado y tú estás justo en su cara, tus mandíbulas deseando morder. Te echas hacia atrás, y oyes ese aullido temeroso de nuevo.
Es entonces cuando las voces comienzan en tu cabeza. Pero son mucho más que voces. Tras las palabras, puedes ver las imágenes y sentir las emociones. En segundos comprendes. Ves el mundo tras las palabras, la respuesta a tu pregunta. Hombre-lobo. Eres un monstruo.
Embry es el que más ayuda. Reconoces su voz incluso aunque no tiene sonido. Ves lo aliviado que se siente al saber que estás con él ahora. Sam le permite explicarse, le permite que hable contigo fuera de la casa (Billy te facilita la salida manteniendo la puerta abierta –tus hombros apenas pueden pasar). En el bosque detrás de casa ves a los otros por primera vez. Son enormes y terribles. Te quedas horrorizado de saber que eres como ellos.
Es una larga noche. Te muestran todo. Todas las historias y leyendas que has oído durante toda tu vida son historias verídicas. Es como aterrizar en Oz, habiendo cambiado todo de color. Estás viviendo en una película de terror. Eres uno de los monstruos. Te muestran por qué ha sucedido esto y esa es la peor parte. Porque los vampiros son reales también. Y es por su culpa que te has transformado en esta cosa. Más que eso, no sólo existen los vampiros chupasangre, sino que tu mejor amiga, la chica que amas, está enamorada de uno de ellos. Al principio no crees que ella supiera la verdad pero te convencen de que es completamente consciente. Te sientes enfermo ahora, recordando como lo pasa mal por él.
Eres un monstruo también pero no uno de los malos. Eres de la clase de monstruos que existen para proteger a tu familia contra los malos. No es mucho alivio. Especialmente cuando te dicen que tu nuevo estado como protector legendario significa que no puedes estar alrededor de gente normal nunca más. Eres demasiado peligroso por ahora. En seis meses, en un año, quizás. Tienes que ir a la escuela para mantener el secreto, pero no correr ningún otro riesgo innecesario. En la escuela, debes centrar toda tu energía en mantenerte calmado. Olvida tus estudios. Tan sólo no mates a nadie.
Y Bella está totalmente fuera de esto. Cuando protestas, ves las memorias de Sam. Es como si estuvieras allí. Le ves suplicando con Emily. Oyes la respuesta que manda a Sam a una furia irracional –la furia que es el sello distintivo y la maldición de la existencia de los lobos. Sientes cómo él explota, su mano aún extendida hacia ella. Ves sus garras cortar su cara. La ves caer al suelo, inconsciente. Sientes el pánico de Sam, su terror. Es tan fuerte que no puede volver a cambiar para ayudarla. Piensas que estas viéndola morir (incluso aunque sabes que sobrevivió, te hunde –emerges del dolor de la memoria). Ves a pared y Paul corriendo para ayudar, trayendo a Sue Clearwater (una RN –la mejor elección disponible cuando uno del personal del hospital es un vampiro). Sue cuida de Emily mientras Sam se retuerce en agonía en el bosque, escondiéndose, aún incapaz de calmarse a sí mismo lo suficiente como para volver a cambiar…
Y sabes que tienen razón, no puedes ver a Bella. Tu promesa no podrá cumplirse. Vas a herirla, justo como el otro monstruo.
Viendo la memoria de Sam ves cómo volver a cambiar. Te calmas a ti mismo de la forma que él hizo y te encuentras volviendo a brillar para volver a tu forma verdadera. Desnudo y enfermo, te haces un ovillo en la oscuridad y lloras como nunca has llorado en tu vida.
Los otros están sorprendidos. Les llevó días o incluso semanas imaginar cómo volver a hacer el cambio de nuevo.
Tu nueva vida comienza en un tiempo tenso. No sólo los vampiros son reales, también están ahí. Nuevos, no los Cullen. Están cazando en el área y es tu trabajo detenerles. Puedes hacer esta parte. Todo tu odio por lo que Edward y el resto de los Cullen le han hecho a Bella está canalizado en la caza de este par, el hombre de pelo oscuro con su compañera de pelo escarlata.
Cuando alcanzas al hombre es justo a tiempo. Sigues el olor del vampiro cuidadosamente, tratando de acercarte sigilosamente a él. Jared lo sabe porque tiene ojos como prismáticos –puede ver a kilómetros. El vampiro se detiene en un pequeño claro y Jared le ve hablando con Bella. Te das prisa pero Sam duda. Estás fuera de las tierras del tratado. ¿Es uno de los amigos de los Cullen? Ha roto el tratado con sus matanzas, pero no puedes probarlo –no le has visto hacerlo. Sam no quiere comenzar una guerra sin estar seguro de las consecuencias. Piensas que se ha vuelto demasiado cauteloso. Discutes, y cuando está claro que Laurent quiere herir a Bella, Sam viene rápidamente a tu lado.
Matar a Laurent es más fácil de lo que cualquiera esperaría. ¿Es por qué éramos cinco contra uno? Sabes que no es el caso. Sam y tú hicisteis la mayor parte del trabajo y te sientes como si pudieras haberte encargado de esa sanguijuela tú solo. Quizá los vampiros no son tan duros como las historias os han hecho creer.
La imagen de la cara aterrorizada de Bella en el claro está siempre detrás de tus ojos. Se quedó horrorizada –más asustada por tu nueva cara que lo que estaba por el vampiro cazador de ojos rojos. Te preguntas constantemente como se explicó a sí misma lo que vio.
La caza sigue, y la mujer de pelo rojo prueba que es mucho más escurridiza. La manada no comprende sus motivos, por lo que es difícil adivinar sus movimientos. Y es muy buena escapando.
Tener un vampiro alrededor te pone nervioso. Todos ellos parecen acercarse a Bella al final. Corres alrededor de su casa por la noche, asegurándote de que está a salvo.
La vida se ha vuelto un rollo. Pero los otros están impresionados con tu control y durante esas pocas semanas de rastrear al vampiro de pelo oscuro están más y más impresionados. Eres mejor manejando tus «episodios» (así es como piensas de ellos) que cualquiera de ellos. A Sam le costó medio año llegar al punto al que has llegado en dos semanas. Eres ya mejor en ello que Embry, Jared y Paul. Esto no te hace más feliz de todas formas. ¿Por qué quería cualquiera ser mejor siendo un hombre-lobo?
Mientras tanto, comienzas a pensar que podrías manejar bien el ver a Bella. Estás seguro, ahora que sabes qué esperar, que puedes controlarte cerca de ella. Y te está llamando todo el tiempo. Los monstruos en el bosque la han traumatizado sin duda. Te necesita. Está en tu mente la mayor parte del tiempo. Sam te reprende –nadie sabe mejor que él lo que se siente al cometer un error.
No puedes ni siquiera hablar con ella por teléfono. Todos los lobos y los ancianos están perturbados por tus memorias –han sido tan cuidadosos con el tratado y tu lo rompes, aunque inconscientemente. Al menos los vampiros que estaban de acuerdo con el tratado se han ido, así que eso no significa una guerra. Y Bella no parecía creer que fuera más que sólo una historia… Pero Sam te da una orden: no te está permitido contarle a Bella la verdad. Te lo dice en la forma de lobo, y puedes sentir la capa de autoridad que viene con el pensamiento. Está en la forma alfa de lobo, y no puedes desobedecer.
Bella es persistente, sin embargo, y no te sorprendes cuando la ves caminado hacia tu casa. Convences a los otros de que puedes controlar esta conversación, que es algo que tiene que hacerse en algún momento. Sam está de acuerdo –no le gusta ser demasiado dictatorial en su posición de alfa, contigo más que con el resto (pero esta es una historia para otro momento). Te previene para que mantengas la calma y te insiste en que digas lo que sea para mantenerla lejos. Está pensando en Emily y, ¿cómo puedes discutir con eso?
Es más duro de lo que pensabas que sería. Ves la cara de Bella mientras vuelves a tu mundo y es como si alguien te estuviera retorciendo las tripas. Eres tan malo como el vampiro que rompió con ella. Te sientes como si te estuvieras llevando toda tu esperanza y felicidad, y la suya también, y las estuvieras rompiendo con tus propias manos. Unas pocas veces la ira es fuerte –empiezas a calentarte más pero lo controlas. Lo más cerca que has estado de perder el control es cuando ella se pone defensiva con los vampiros. ¿Cómo puede pensar bien de ellos, especialmente ahora, con todo lo que le han hecho? Como si sólo el ser vampiros no fuera suficiente.
Y entonces ella lo vuelve contra sí –piensa que hizo algo mal, y que por eso estás haciendo esto. Casi te está suplicando. Te odias de verdad a ti mismo por hacerle esto. Te vas corriendo, transformándote tan pronto como estás fuera de su vista para no llorar de nuevo como hiciste antes.
Es una larga tarde. Estás cansado de que Embry intente animarte, cansado de la aprobación de Sam por lo que hiciste. Te preguntas amargamente si no has herido a Bella hoy justamente como él hirió a Emily. Vuelves a tu estado humano para mantenerte lejos de ellos y meditar toda la tarde. Dejas la casa para mantenerte lejos de Billy, quien es tan irritante como los otros.
Te das cuenta de que cuando Sam te prohibió explicárselo a Bella, no te ordenó técnicamente no verla. Sabes que esto va a ser difícil pero no puedes estar bien sabiendo que ella piensa que no quieres ser su amigo. Tienes que disculparte, encontrar alguna forma de que funcione.
Conduces tu moto y la ocultas en otra calle. Te escabulles en su dormitorio y te sorprendes de lo enfadada que está. También tiene un aspecto horrible –casi tan malo como la primera vez que la viste. Sus ojos están rojos y su cara está mojada. Te odias a ti mismo de nuevo, viendo esto. Tratas de explicarte pero las órdenes de Sam no te lo permiten.
Intentas al menos aclarar cómo es de importante para ti y que esta separación no es una elección tuya. Mientras estás hablando con ella, al principio sientes que te has equivocado al venir. No le estás haciendo ningún bien. No puede ir mejor, mientras ella no comprenda. Si sólo creyera todas tus historias de aquel primer día…
Te das cuenta de que ella ya sabe lo que quieres que sepa. Intentas que recuerde, que junte las piezas, pero está medio dormida y confusa. Estás más esperanzado pero también más tenso. ¿Recordará? ¿Lo imaginará? Si lo hace, ¿qué pensará? ¿Se asustará y te rechazará? Fue capaz de aceptar a un vampiro… Eso te disgusta.
Sabes tan pronto como entras en fase de nuevo que Sam y los otros lo sabrán todo acerca de este incumplimiento. Esperas que puedas mantenerlo fuera de su conocimiento hasta que Bella se imagine todo. Conduces de nuevo hasta casa y te prometes a ti mismo que te vas a mantener calmado, no importa cómo.
Cuando te despiertas por la mañana, Billy te dice que Bella había aparecido por allí, y que te está esperando abajo en la playa. Estás lleno de excitación y terror. Ha debido juntar las piezas. No llamó sólo. ¿Ha aceptado ya lo que eres?
Entonces bajas a la playa y ves su cara. Está asustada y enfadada. Puedes ver en su expresión que no está de acuerdo con tu nueva vida. Eso te enfurece. Tienes que focalizar toda tu energía en permanecer humano. La acusas de hipocresía y entonces sientes un alivio aplastante cuando el malentendido se aclara. Aún te hiere ver lo protectora que es respecto a los vampiros pero al menos su aceptación también te incluye a ti. De nuevo, te sientes esperanzado. Quizá podáis superar esta locura y estar juntos de nuevo.
Es un gran alivio ser capaz de hablar abiertamente con ella ahora. Estás sorprendido de averiguar que está más informada sobre los vampiros de fuera de Forks de lo que está la manada y horrorizado de que la pelirroja haya estado detrás de Bella todo el tiempo. Estás ansioso por hablar con los otros; quieres un plan para proteger a Bella. Te siente feroz, sabiendo que alguien está intentando herirla. Por primera vez estas encantado de ser un hombre-lobo. Es horrible pero a la vez puedes proteger a Bella. De repente, merece la pena.
Llamas a toda la manada. Aunque tienes confianza ahora que te puedes controlar a ti mismo cuando estas cerca de Bella, has olvidado lo que significa para los otros. Paul reacciona más fuertemente de lo que esperabas. Tienes que cambiar delante de Bella para protegerla y no tienes la oportunidad de ver su reacción. Tienes que hacer que Paul se mantenga lejos de ella. Afortunadamente para ti, te estás haciendo más grande y fuerte cada día. No es difícil empujar a Paul a los bosques. Sam se une a ti rápidamente y ordena a Paul que se calme. Les explicas todo sobre la pelirroja y Bella –no lleva mucho tiempo, hablando mediante pensamientos como hacéis. Aunque Sam tiene que ser consciente de la importancia y utilidad de esta información, todavía me regaña durante un rato. Señala cómo he puesto a Bella en peligro hoy y entonces regaña a Paul por ser ese peligro. Finalmente, me recuerda que él lo comprende, y los tres volvemos a llevarnos bien rápidamente. Mejor que nunca, te das cuenta. Estas encontrando más fácil de lo que pensabas ser parte de esta situación, ahora que ayuda a Bella.
Es extraño como las cosas vuelven a la normalidad, mientras que al mismo tiempo todo es diferente y peligroso. Bella es la pieza clave que te ayuda a ponerlo todo en equilibrio. Consigues dormir varias horas una noche, pero la mayor parte del tiempo estás corriendo por los bosques con Sam o Embry, buscando cualquier señal de que la vampiro pelirroja haya vuelto. Cuando no es tu turno, pasas tanto tiempo como puedes con Bella. Hay un nuevo nivel de intimidad en vuestra amistad. Sabes cada uno de los secretos de los otros y eso hace diferencia mayor de lo que hubieras pensado. Estás asombrado de cuántas cosas no ha podido compartir, lo sola que ha estado con su corazón roto. Todavía te molesta ver cómo llora por los Cullen. No puedes ver la diferencia entre los Cullen y el vampiro que la está persiguiendo ahora, pero ella sí. Obviamente está aterrorizada por ese vampiro. Tratas de tranquilizarla.Y te alegra que no tenga que estar sola en esto nunca más.
Te preocupa que Bella esté sola cuando estás fuera de patrulla. No eres feliz cuando tus planes para que se divierta –escapar de la constante ansiedad– se ven interrumpidos por Victoria. Victoria hace un intento desganado de atravesar vuestro territorio. Eso te parece sospechoso y cuando se lanza al agua te preocupa que tenga otro plan. Jared, Embry y tú corréis de vuelta por la costa, buscando cualquier señal de que haya salido del agua. Volvéis a La Push sin cruzaros con su olor. Embry continúa con Jared, pero tú quieres comprobar cómo está Bella. Sólo para asegurarte de que la pelirroja no se ha adelantado.
Bella no está en la playa, ni tampoco la pelirroja o alguien más. Te mantienes a cubierto en los árboles pero la tormenta es lo suficientemente mala como para que nadie más este fuera para verte. Su camioneta no está enfrente de tu casa. Primero piensas que ha vuelto a casa pero marcas frescas de neumáticos conducen en otra dirección. No es hasta que encuentras la camioneta abandonada en la carretera cerca de los acantilados cuando recuerdas tu promesa del día anterior. Salto de acantilados. En el mismo instante, oyes el grito lejano de Bella, apagándose mientras el sonido cae.
Corres hasta el borde en segundos. No puedes ver nada debajo –las olas son enormes, no hay signos de un impacto reciente. Te arrojas sobre el borde, introduciendo la nariz primero en el agua oscura.
El agua está agitada. Sabes cuánta fuerza estás usando para conseguir nadar a través de ella y sabes que Bella no es tan fuerte. Ningún humano es tan fuerte como para manejar esta corriente.
Buscas frenéticamente, tus agudos ojos peinando el agua. Finalmente ves algo blanco parpadeando –sus manos luchando inútilmente contra las olas. Estás debajo del agua, sin poder respirar, y asustándote. Nadie más hubiera sido capaz de hacerlo bajo las mismas circunstancias, ni siquiera Sam, pero te concentras y te fuerzas a ti mismo a volver a tu forma humana. Entonces enganchas a Bella y tiras de ella hasta la superficie.
Ojala hubieras hecho primeros auxilios. Lo único en lo que puedes pensar es en sacar el agua de sus pulmones. Hay mucha. Ella está consciente al principio pero luego se desmaya. No sabes qué hacer. La remolcas hasta la playa esperando que la ayuda esté en camino. Los pensamientos de Jared y Embry estaban contigo mientras buceabas, pero ahora están lejos de ellos.
Sam viene, pero Bella se despierta antes de que pueda hacer mucho más que contarte la tragedia que ha habido en el pueblo. Sientes haberle alejado de donde se le necesita. Bella parece estar bien. No sabes si necesita un doctor, pero ella sólo quiere descansar así que la llevas de vuelta a casa. Estás exhausto de tantas noches corriendo y te quedas dormido allí a su lado. Te sientes bien allí, juntos sin secretos entre vosotros, sabiendo que está segura.
Billy te despierta cuando vuelve a casa. Es devastador darse cuenta de que Harry se ha ido. Era uno de los mejores amigos de Billy y un tío de alguna forma, y también uno de los únicos tres ancianos que sabían lo de los lobos. No parece justo que se haya ido.
Llevas a Bella a casa, sabiendo que Charlie estará preocupado también. Durante el camino notas que hay algo diferente en ella, pero no puedes averiguar qué es. Perder a Harry pone más de manifiesto que podrías haber perdido a Bella también –estuvo tan cerca. El pensamiento te horroriza. Al mismo tiempo, estás encantado de que fueras capaz de salvarla. Ella está viva porque eres un hombre-lobo. Incluso llegas a reconciliarte más con tu destino.
Pensando en lo que cerca que ha estado, la sostienes en tus brazos, aliviado de que puedas. Por primera vez desde la noche que cambiaste –la noche de la película horrible– piensas que esto podría funcionar. Parece correcto abrazarla así. ¿Siente ella lo mismo? Quizá no es tan fuerte como lo que sentía por el vampiro pero tiene que significar algo que ninguno de los dos estéis completos sin el otro. Parece como si estuvieras destinado a estar con ella.
Comienza a alejarse. No está bastante preparada todavía, pero crees que lo estará. Sólo un poco más de paciencia. Abres la puerta del coche y este conocimiento pacífico se ve destrozado.
Hay un vampiro cerca. Tu primer pensamiento es la pelirroja y adivinas que usó la distracción de la muerte de Harry para entrar a hurtadillas. No estás seguro de dónde está o si está mirando. Temes cambiar y cazarla, por si ella se acerca mientras estás rastreándola. Decides que el mejor plan es llevar a Bella de vuelta a La Push, dejar a Embry con ella y cazar a la pelirroja con Sam.
Pero algo no está bien. El olor se ha ido. Un vampiro, obviamente, pero no el mismo cuyo olor ha estado quemándote la nariz durante la semana pasada.
Antes de que puedas notarlo, Bella te está diciendo que pares. Su cara se ilumina más de lo que has visto desde el día en que volvió a buscarte, toda rota. Cree que los Cullen han vuelto, y el brillante coche aparcado cerca de su casa apoya la teoría. Su entusiasmo te pone malo. Todo lo que ella quiere es ir a buscar al vampiro, como si ella no fuera un alimento básico de los de su clase. Estás furioso. Te resulta difícil calmarte.
Está claro que tendrás que llevártela de nuevo por la fuerza si quieres mantenerla fuera. Parece segura de que son sus vampiros. Ya ha ido –mentalmente, está a un millón de años luz de ti. Y tú tienes responsabilidades. La manada ha estado ignorando completamente las líneas del tratado desde que los Cullen se fueron. No puedes permitir que tus hermanos se metan en problemas, no sabiendo que los Cullen han vuelto.
Odias dejarla aquí y estás furioso porque eso es lo que ella quiere. El futuro que parecía tan prometedor hace unos pocos segundos se desmorona en nada. ¿Ni siquiera le importa que ellos la abandonaran? ¿No importa eso? Nunca ha expresado ningún enfado hacia ellos por lo que le han hecho. Adivinas que nunca sintió esa ira. Acepta lo que hicieron sin preguntas.
Necesitas salir, porque no vas a ser capaz de controlarte mucho más. Puedes sentir la furia creciendo. La dejas sola en la calle, deseando más que nada que te llame y vaya tras de ti, que cambie de idea. No lo hace.
Corres al hospital, y vuelves a cambiar. La ira ha disminuido un poco y estás de nuevo frenético por su seguridad. La llamas y contesta al teléfono. Es verdad. Los Cullen han vuelto y ella ha escogido a los vampiros antes que a ti.
Es una mala noche para los lobos Quileute. Sam vuelve a retirar las líneas de patrulla así que sólo engloban la milla cuadrada de la reserva. Sam no quiere dejar ningún agujero –podrían ser media docena de vampiros ahí fuera y sus intenciones no son claras. Te preocupas por Bella y la pelirroja pero Sam dice que dejemos a los Cullen cuidar de sí mismos. Detestas la idea de que Bella les pertenezca.
Los días pasan. Nadie intenta cruzar la línea. Billy llama a Charlie, y parece que sólo uno de los Cullen ha vuelto y se está quedando con ellos. Eso te enfurece. Sam está preocupado –¿cuál es la nueva política? ¿Siguen las fronteras en vigor? ¿Por cuánto? ¿Están volviendo el resto de ellos? ¿Saben algo de la pelirroja? ¿Consideran que está bajo la protección de su tratado? Si es así, el tratado está roto. si ellos no la conducen fuera, la manada los considerará aliados con ella. Sam, Billy y el Viejo Quil discuten la posibilidad de una guerra…
Pero Sam quiere información primero –mantenerse civilizado tanto como sea posible– y te ofreces voluntario para hacer el trabajo. Insistes en ir en persona. Necesitas ver su cara, ver lo profundamente implicada que está. Le dices a Sam que conseguirás obtener más de la verdad en persona, que serás mejor a la hora de decir si te está mintiendo. No le estás engañando con tus motivos pero suenas razonable.
Vas durante el funeral, así serás capaz de hablar con ella honestamente, sin posibilidad de que Charlie interrumpa. Jared y Embry no quieren dejarte ir sólo, incluso cuando estás seguro de que el vampiro se ha ido por el momento. Sabes que ellos estarán cerca, pero no quieres que escuchen. Quieres ser capaz de hablar de verdad cono Bella pero es tanto como puedas mantenerte calmado. Su casa apesta –te quema la nariz. La peste de los vampiros está por todos sitios. Ambos estáis un poco hostiles pero responde tus preguntas. Los Cullen están sólo de visita. Te dices a ti mismo que las cosas volverán a la normalidad cuando los vampiros se vayan de nuevo.
No consigues irte. Puedes ver que la has herido y vuelves para encontrarla llorando. Te sientes peor, y mejor. Mejor porque al menos a ella le importas mucho. Está llorando por ti. Eso es algo.
Puedes hablar ahora pero es duro. Los ama. Los monstruos que la hirieron –los ama. También le importas pero no tanto. Además, el vampiro se está yendo de nuevo… Estás confundido, no seguro de cómo sentirte.
La sostienes en tus brazos y es como era antes –como debería ser. Tomas su cara en tu mano, y de repente quieres besarla más que nada en el mundo. No es como lo habías planeado –mal momento con el vampiro rondando en algún sitio. Pero crees que a lo mero esto también tiene que pasar. A lo mejor ella lo siente así. Ves el conflicto en sus ojos, y te preguntas quién ganará cuando tus labios tocan los suyos.
El teléfono suena en este inoportuno momento, y respondes. ¿Qué elección tienes? Podría ser Sam, podría haber problemas. Oyes el claro y penetrante tono de la voz con el suave acento inglés y sabes quién es a la primera llamada. Otro de ellos. Quizá Bella estaba equivocada acerca de la vuelta del resto de ellos. A lo mejor estaba mintiendo.
Bella está enfadada de nuevo cuando el vampiro cuelga. Antes de que puedas aclararlo, captas el ardor fresco de un vampiro aproximándose. Oyes el leve sonido del casi silencioso acercamiento del vampiro. Intentas irte, pero el olor es más fuerte en la habitación de delante. Antes de que puedas irte por detrás el chupasangre está allí.
Ella es una cosa diminuta, pero después de que Bella te contara cosas sobre los vampiros con talentos extra no vas a bajar la guardia. De todas formas, te presta poca atención. Parece apenas consciente de lo que le rodea, preocupada por algo. Bella la llama Alice. Alice nombra a Edward una vez y Bella se desmorona. ¿La hirió el vampiro? No viste nada. Pero te lanzas a coger a Bella antes de que el vampiro pueda tocarla y la llevas lejos.
La pequeña vampiro parece muy enfadada y eso te sorprende. No te habías dado cuenta de que tenían tantas emociones. Te repugna y te sorprende lo cómodas que se sienten Bella y Alice al tocarse la una a la otra. Habías pensado que la vampiro no sería capaz de tocar a los humanos de esa forma sin herirlos. Y Bella parece tocarla con la misma facilidad –capaz de interaccionar con ella como si Alice fuera humana. Bella parece verla de esa forma– como una persona casi.
La conversación es difícil de seguir. Deduces que Edward Cullen está en alguna clase de apuros y es por culpa de alguien llamado Rosalie. Bella está gritando y luego exigiendo ayudar, y la pequeña vampiro va a permitirle intentarlo, aunque ha dejado claro que es una misión suicida.
Sigues a Bella a la cocina, donde escribe una nota para Charlie. Le pides que no vaya. Es como si no hubieras dicho nada. Te pide que cuides de su padre.
Bella corre a su habitación para hacer la maleta y te quedas solo con Alice. Te mueves tan lejos de ella como es posible –el instinto de entrar en fase y atacar es duro de reprimir– y la acusas de dirigir a Bella a su muerte. Es realmente más fácil hablar con ella de lo que hubieras pensado –reacciona y habla como un humano, aunque su apariencia es alarmantemente extraña. Para tus agudos ojos, es como un cristal móvil, todo ángulos y brillo.
Alice discute sólo un momento, pero entonces Bella vuelve y se marchan. ¿Volverás a verla de nuevo? Le suplicas literalmente que no vaya, pero Bella se marcha después de besar tu mano. Puedes mantenerla abrazada apenas medio segundo cuando te das cuenta de que va a ir a morir por ese idiota que arruinó su vida. Por primera vez desde el principio pierdes el control de ti mismo y explotas, transformándote en lobo contra tu deseo.
La vida es más oscura de lo que nunca ha sido antes. Los otros están aliviados de que Alice Cullen se haya ido, se llevara a Bella con ella o no. Intentan mantener sus sentimientos lejos de ti, pero por supuesto, no hay secretos en una manada de lobos. Cautelosamente, Sam amplía tus patrullas, y tú te tomas más molestias para vigilar a Charlie, como Bella te pidió.
Así es como descubres a la pelirroja, intentando de nuevo acercarse a Bella. La manada rodea, lentamente estrechando el perímetro, permitiendo que se acerque que Forks mientras permanece en una línea entre ella y Charlie… Sin embargo, de repente gira sobre sus talones y sale disparada. Sales en su persecución pero ella es más rápida y astuta que el vampiro de pelo oscuro. Su súbito vuelo te coge desprevenido –no sabías que estaba tan cerca. Haciendo algunas averiguaciones después de todo esto, Sam junta las piezas de lo que sucedió. Su ruta se cruzó con un reciente rastro dejado por Alice Cullen. Eso parece haber sido suficiente para alejarla con pánico. Al menos esto deja claro que la pelirroja no es amiga de los Cullen.
Charlie está asustado, naturalmente. Viene a La Push a interrogarte, para ver si sabes algo que pueda ayudarle a encontrar a Bella. Ojala pudieras contarle todo acerca de los Cullen pero no puedes destapar tus propios secretos y, ¿qué bien le haría? Ninguno de vosotros puede salvar a Bella ahora.
El mundo se extiende desde Forks cuando Bella regresa viva. Charlie no llama a Billy entonces –está demasiado furioso aparentemente– así que te enteras primero por Leah Clearwater. Charlie llamó para cancelar una visita a su madre; no quería dejar a Bella sola, porque está con muchos problemas. Estás tan aliviado de que esté bien que no te importa nada más al principio. Pero no pasa mucho antes de que el resto de las noticias lleguen. El Dr. Cullen ha vuelto al hospital –la familia entera ha regresado a la ciudad. Sam vuelve a poner las patrullas en marcha, pero no tan lejos como antes. Los vampiros no sabían acerca de los hombres-lobo antes pero ahora sí. Si han vuelto para bien, entonces la manada tienes que reforzar sus fronteras de nuevo. Estar seguros de que no hay malentendidos acerca de lo que pertenece a los Quileutes.
A través de Charlie, Billy se mantiene informado. Edward ha vuelto, aparentemente instalado de nuevo como el «novio» de Bella, sin repercusiones por su abandono. Bella no viene a verte y tú estás enfadado, aunque realmente no esperaba que lo hiciera. También estas enfadado porque Charlie permite que Bella y Edward salgan juntos de nuevo. ¿No debería, como padre, ser capaz de hacer algo al respecto?
Se te ocurre un plan y no lo piensas mucho. Si consigues que la castiguen no le estaría permitido verle… A lo mejor, si está lejos de él será capaz de sacudirse de encima cualquier hechizo que él tenga sobre ella y recordar lo que él es y lo que ha hecho.
Además, tienes otra preocupación ahora. Desde que Alice volvió, tu mayor miedo ha sido que uno de los vampiros pudiera perder el control cerca de ella y matar a Bella por sed. Se te ocurre ahora que a lo mejor hay algo peor. Quizá ellos tienen peores intenciones que usarla para saciar su apetito. No quieres ni siquiera pensar la idea en tu cabeza pero no puedes mantenerla fuera.
Quizá ellos intentarán hacerla una de ellos.
Es la cosa más horrible que puedes imaginar. Peor que matarla –robarle su alma y dejarla como una inhumana criatura de piedra, una farsa de la persona que fue una vez. Sería como permitir que un extraño tuviera su cuerpo, solo una retorcida y fría versión de ese cuerpo.
Sabes que la única cosa que podría molestar a Charlie más que nada (excepto la verdad, que no puedes contarle) es la motocicleta de Bella. La conduces hasta su casa y le dices a Charlie que se la devuelves a Bella porque ella ya no viene a La Push nunca. Charlie se pone rojo y te grita durante un cuarto de hora, prometiendo que informará a Billy de lo que está pasando. Cuando te permite irte, te retiras al bosque, sabiendo que el chupasangre sabrá por tu olor que estás allí. Tienes un aviso que entregar.
Justo como esperabas, Edward Cullen viene con Bella para encontrarse contigo antes de que vea a Charlie. Es muy duro controlarte pero no vas a ponerte a luchar con Bella allí. Podría terminar herida y no vas a ser el que rompa el tratado esta vez. Deja que los Cullen sean los chicos malos del todo.
Bella está furiosa. Estabas preparado para eso pero es duro haberla herido.
El vampiro te coge por sorpresa, agradeciéndote lo que has hecho por Bella. Rehúsas creer que es sincero de alguna forma. Es sólo una táctica. Descubres que su habilidad como lector mental es incluso peor de lo que te temías. El ve todo lo que estas pensando.
Aunque conoce el aviso que has venido a darle, respondes la pregunta de Bella sobre el tratado. No solo no se les permite alimentarse de humanos si quieren preservar la paz con los lobos, sino que tampoco pueden crear nuevos vampiros.
La furiosa reacción de Bella te dice mucho más de que lo que querías saber. Hasta ese punto, te preocupaba que los Cullen estuvieran pensando en cambiarla. No esperabas que ella fuera consciente de ese plan. Ahora ves que lo está planeado ella misma –esto es lo que ella quiere.
Tienes que luchar más duro de lo que lo has hecho nunca para mantenerte en tu estado. El resto de la conversación no significa nada. Bella quiere ser un vampiro. No se da cuenta de que este cambio es solo otra forma de muerte –peor que cualquier otra.
Si él la cambia, significará la guerra. Te diriges a casa para contárselo a tus hermanos. Necesitáis preparaos…
2 comentarios:
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